ISTAR Parte 15

ISTAR

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Décimo-Quinta Parte

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Reino de Rómen

A diferencia de Hyarmen o Rúnya, la belleza de Rómen recae en sus ostentosos palacios, los edificios fueron levantados con piedra de colores metálicos, rojizos y cromados. Rómen era a su manera una fortaleza de piedra incrustada en medio de la meseta montañosa del Este, rodeada de valles y limitando hacia el Norte con los desiertos rojos, al Sur con las húmedas tierras, al Oeste con los bosques invernales y al centro con la eterna primavera.

En Rómen los campos alrededor del Palacio Principal poseen flores exóticas y otros árboles de antigua envergadura; y en los bosques más allá de los grandes portones, las manadas de lobos de distintas especies predominan la fauna del reino. Rómen se enorgullece de ellos, aunque pocas veces personas que no pertenecen a la familia real han logrado un vínculo con los "canis lupus pambasileus", mágicos por excelencia, pero los casos forman parte de la historia de Rómen. Sin embargo es particularmente interesante también la existencia de Nenya, el lobo vinculado al Príncipe Park pues pertenece a una de las especies de lobos considerada extinta en Anarion, el “canis lupus orion.

Además del Palacio Principal se distribuyen por todo el reino otros palacios menores, dedicados exclusivamente para el recreo, entretenimiento, relajación o meditación de la Familia Real o sus invitados de pueblos menores a sus alrededores. Rómen también es conocido por sus tradiciones, arraigadas en su vida diaria y la planeación de su futuro, entre dichas tradiciones está, por ejemplo, El Baile del Principado, celebración que se lleva a cabo en el cumpleaños 21 de cada príncipe o princesa del reino en la que él o ella deben comprometerse. El Príncipe Yoochun al ser el primogénito, será el primero en largo tiempo en ser protagonista de este baile.

La hospitalidad de Rómen no es precisamente su mejor carta de presentación con el mundo más allá de sus fronteras, haciendo gala de su tradicionalismo es poco común que participe de los asuntos diplomáticos que atañen a los otros reinos, deslindándose de toda convocatoria para tratados político-económicos que, asegura, no le son indispensables ni necesarios pues se sustenta libremente a sí mismo.

Es probablemente esta ideología la que ha generado en Rómen más rencillas con los otros reinos, la razón también por la que el Príncipe Jung y el Príncipe Park tuvieron una pelea a su llegada a Rúnya hace más de tres meses. Un encuentro previo en las fronteras del Norte por parte del peliazabache y su alma aventurera reconocida como rebeldía de mala suerte por parte de sus padres fue el desencadenante de la infortunada amistad de ambos soberanos. Aunque actualmente esto parecía olvidado entre los dos, incluso el Príncipe Jung se sentía incómodo en el reino.

Para el menor de los Kim estar en el interior de Rómen tenía un gran significado, pese a que conocía al peliazabache desde antes, nunca había atravesado las murallas ni sus grandes portones custodiados por más guardias de los que pudieran contarse a simple vista. Cuando conoció a Nenya, el lobo había sido quien lo encontrara primero merodeando por uno de los valles alrededor junto con Narvinyë; luego la historia entre el menor de los Kim y el peliazabache había comenzado.

- Piensas demasiado y aún esperas junto a los otros a que esos reyes se dignen en recibirles en su reino. Por algo no me simpatizaba tu principito…

- Narvinyë, no le juzgues sin conocer las razones por las que hemos sido tratados de esta manera. Confío en Yoochun-Inya, y eso debería ser suficiente para ti.

El dragón rojo rugió espoleando su cola contra el suelo justo en la explanada de una de las torres del Palacio, Nënar trató de calmarle pero no podía culparle esa vez por su comportamiento. Habían sido mandados ahí como si fueran simples bestias incapaces de pensamiento. Claramente Rómen no pensaba tratarles de ninguna manera en particular como invitados especiales.

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En la Sala del trono, sentado en la silla real, el Rey Tirion –autonombrado de esta manera cuando tomó su lugar en el trono tras la muerte de su padre– vapuleaba su cetro contra el piso de mármol generando estridentes sonidos sordos que hacían eco en el amplio recinto, la alta cúpula ataviada con figurillas de oro estaba compuesta también de vitrales luminosos que permitían la entrada de luz solar. A su lado, la Reina Nillë, permanecía con gesto impávido contemplando a su primogénito.

El Rey Tirion era conocido por su ambiciosa personalidad, apuesto hombre se había coronado a temprana edad como Rey de Rómen tras la muerte inesperada de su padre. A sus 21 años él ya era soberano de su reino y padre del peliazabache, no había tenido necesidad de realizar la ceremonia del Baile del Principado, y la gente solía afirmar que no había sido necesaria pues su matrimonio con la Reina Nillë había sido un peculiar gesto del destino. Ella, hermosa como la plata, resplandecía sentada junto a su esposo y juntos gobernaban con apego a sus tradiciones.

Al Príncipe Park no le disgustaban las tradiciones, pero se contraponía con sus intereses personales y sus deseos de libertad. Ser hijo de los reyes para él era equivalente a cadenas invisibles que le impedían alcanzar la felicidad. Él lo había sabido siempre, pero se le clarificó con creces cuando conoció al menor de los Kim.

- Has traído contigo a todos los Príncipes de los principales reinos de Anarion, ¿En qué exactamente estabas pensando cuando decidiste traerles a tu hogar? ¿Acaso piensas traicionarnos?

- ¿En qué consistiría una traición cuando solamente he traído a unos amigos como invitados, padre?

- No seas impertinente Yoochun, no tientes demasiado a tu suerte, la paciencia que he consumido en estos meses desde que te marchaste en contra de mis órdenes podría derrumbarse rápidamente.

- Solo te pido que les des al menos la bienvenida, permíteme encargarme de la hospitalidad de Rómen con ellos, no necesitas atenderles directamente más que para recibirles. Estaremos yéndonos en un par de días.

- ¡Irte! ¡No vas a marcharte de nuevo, Yoochun! ¡Así tenga que encerrarte en tu habitación! ¡Tienes responsabilidades con Rómen que tomarte en serio y dejar de comportarte como un adolescente que cree que puede acaparar al mundo y obtener de él lo que desee!

- ¡No me interesan las responsabilidades del trono y lo sabes, padre! ¡Mil veces te he dicho que puedes poner a Yoo-Hwermë en la silla real, entrégale la corona y déjame en paz, padre!

- ¡Deja de blasfemar! ¡Ningún primogénito en nuestra familia ha desestimado el Trono de Rómen y por todos los dioses que tú, sangre de mi sangre, no vas a ser el primero!

El Rey Tirion exclamó con tal potencia que su voz cimbró las paredes del recinto haciendo un eco oscuro por el enojo que destiló en su tono. Se levantó de golpe y con los ojos inyectados de furia abandonó el recinto. La Reina Nillë se levantó con elegancia, acomodó los largos faldones de su vestido y se permitió abanicarse el rostro un par de veces antes de dar unos pasos hasta su hijo. Los rasgados ojos negros de la mujer se clavaron profundamente en los del peliazabache. El largo cabello negruzco caía en cascada en su espalda, dos trenzas sencillas sujetaban una media cola haciendo lucir su corona de oro y un diamante azulado en el centro.

- Pareciera que deseas enfurecer a tu padre intencionadamente. Querido mío, siempre consigues exaltarle incluso más de lo que lo hacen los problemas que atañen a nuestro reino.

- Madre, ¿nunca has sentido que estás en el lugar al que no perteneces?

- Lo siento querido mío, pero no. Mi corazón pertenece a Rómen, y Rómen pertenece a tu padre. Estoy donde debo estar, con quien debo estar, esperando lo que el destino designó para mí.

- No me siento así, madre. Rómen no me hace feliz.

- No se trata de Rómen, querido mío, sino de la sangre que corre por tus venas. La sangre que te ata a responsabilidades que no quieres. Has sido diferente desde que naciste, viniste al mundo con la resplandeciente luna redonda bien plantada en el firmamento, custodiada por brillantes estrellas de plata, y tu llanto… oh, tu llanto querido mío, no vino sino después de cinco minutos de que te habían sacado de mi vientre. Fuiste un milagro, Yoochun; pero tal vez tengas razón, tu corazón no le pertenece a Rómen sino a la luna, y la luna le pertenece a toda Anarion.

- Madre…

- Shh… - La reina selló los labios de su hijo con uno de sus delicados dedos. Le regaló una suave sonrisa y besó su frente con cariño. Aquel gesto embargó al peliazabache de una profunda tranquilidad, un efecto que la hermosa mujer siempre conseguía en su hijo… - Ve con tus amigos, yo me encargaré de tu padre. Pero no te prometo que les dé una calurosa bienvenida con los brazos abiertos… - La reina avanzó hacia la entrada del recinto, y antes de salir volvió el rostro una vez más hacia su primogénito… - Sin importar lo que suceda, querido mío, en tu cumpleaños 21 debes entregar tu corazón a la persona que amas.

Cuando el Príncipe Park vio salir a su madre del recinto, el vacío y la soledad que le rodearon le hicieron sentir incómodo y necesitado de la confortante sonrisa del menor de los Kim. Así pues, apresuró sus pasos fuera del Salón del Trono, Nenya se le unió apenas salió del recinto, evitando cuestionarle absolutamente nada pues su mente vinculada a la del peliazabache había contemplado todo el momento.

- Yoochun-Enta, debes estar seguro de las decisiones que tomes de ahora en adelante, porque por cada decisión que hagas, no habrá manera de dar marcha atrás.

- Lo sé, Nenya. Lo sé.

……………………………

Aquella misma noche, los Reyes de Rómen dieron una escueta bienvenida a los Príncipes de Anarion. No encontraron ellos sin embargo, ofensa alguna en el trato recibido, todos conocen de antemano la hermética esencia del Reino del Este.

Desde su arribo a Rómen, Nënar y Narvinyë habían decidido permanecer en las montañas fronterizas, conectados a los Príncipes Kim día y noche para asegurar su bienestar. Sin embargo, los Príncipes Kim no podían apartarse de sus huevos de dragón, y al mismo tiempo era complicado esconderlos a la vista de cualquier persona. Nadie debía saber la existencia de estos huevos de dragón. Así pues, los Príncipes Kim dejaban sus huevos de dragón bajo la custodia de sus dragones, y todas las noches iban a dormir con ellos. Platicaban con sus huevos de dragón, los acariciaban hasta sentir cada diminuta y delgada línea venosa bajo la superficie lisa del cascarón.

- ¿Ellos no han hablado contigo, Nënar?

- No, mi estimado Jaejoong. Estos huevos de dragón no se comunicarán con nadie hasta que encuentren necesario hacerlo. He olfateado cada partícula fibrosa del cascarón y no he encontrado ni una sola manera de llegar a la mente del dragón o dragona dentro de ellos.

El primogénito Kim volvió a observar sus cuatro huevos de dragón. Se sentía bien cuando estaba con ellos, pero al mismo tiempo le inspiraban muchas preguntas sin respuesta. ¿De dónde exactamente vinieron? ¿Por qué sus padres no le hablaron nunca de ellos? ¿Por qué motivo les fueron entregados? ¿Por qué parecen haberle elegido y responder a su magia?

- No pienses tanto. Las respuestas siempre llegan, mi estimado Jaejoong. Ahora me preocupa más tu hermano. Rómen no es buen sitio para permanecer demasiado tiempo, podría salir herido, y no hablo solo de su corazón emocional.

- ¿De qué estás hablando, Nënar?

- Narvinyë siente como yo. No sabemos claramente por qué tenemos este pensamiento, pero Rómen no nos gusta. Ni los lobos en sus bosques y valles, ni su Rey y la fortaleza en que ha convertido a su reino. Si tuviera que hacer una conjetura ahora mismo, podría asegurar que una guerra podría iniciarse aquí.

- Comprendo. Hablaré con mi hermano. Y partiremos cuanto antes.

……………………………

Antes de que el Primogénito Kim pudiera reunirse con su hermano, el Príncipe Jung lo abordó al alba en el refugio que ha encontrado junto a su dragón.

- ¿Van a Eclosionar para ustedes, Jaejoong-Vanima? – Cuestionó el de tez morena sin apartar su mirada de los huevos de dragón que permanecían alrededor del pelioscuro.

- No podemos saberlo, Yunho-Melko. El despertar de un dragón no puede ser predicho en tiempo, pueden pasar milenios y no eclosionar.

- Entonces por qué tus padres los dejaron con ustedes, por qué parece que esos huevos incluso han elegido entre ambos para ser cuidados.

- No lo sé, Yunho-Melko. Ni siquiera sabía que en Rúnya había más huevos de dragón. Cuando Nënar eclosionó para mí el día de mi nacimiento, y más tarde Narvinyë con mi hermano, nuestros padres dijeron que ellos eran los últimos huevos de dragón en Anarion. Cuando llegaron a nosotros aquél día en el Bosque Oscuro, supe lo que eran al tocarlos, tanto a Junsu como a mí, nos mostraron imágenes que aún no podemos comprender. Tengo tantas dudas o más de las que tienes tú, Yunho-Melko, y ni una sola persona a quien pueda cuestionarle pues los únicos sabios en quienes confiaba eran mis padres.

……………………………

Narvinyë y Junsu estaban cerca de un lago al sur del reino, el castaño practicaba su Danza de Fuego con un solo pensamiento constante flotando en su mente.

- Quieres entregarte a ese principito… - El dragón bufó disgustado. El castaño paró sus movimientos y centró su mirada en el dragón rojo.

- Narvinyë, le pertenezco desde el día en que le conocí. Qué caso tiene retrasar lo que ya se ha hecho.

- Si le entregas tu cuerpo, le darás también tu alma y tu corazón.

- Lo sé. Pero pienso y siento que Yoochun-Inya lo merece todo de mí.

- ¿Incluso tu vida?... – El dragón rojo vio al castaño asentir. Sus ojos rojos como el fuego crepitaron como auténticas llamas de las entrañas de Anarion y un rugido famélico regurgitó en su garganta. El menor de los Kim sin embargo no se inmutó ante la furia de su dragón… - Tengo derecho a negarme, Junsu. Cualquier decisión que tomas, cualquier decisión que tomo, repercute en la vida del otro.

- Sé que Yoochun-Inya no te gusta. Pero pienso que no te gusta porque sabes que él siente lo mismo por mí, y que ambos estaríamos dispuestos a entregar la vida misma por el otro. Pero Narvinyë, si tú estás conmigo, si Nenya está con él; la muerte no se presentará ante nosotros pronto.

El dragón rojo rugió de nuevo, agitó violentamente las alas y levantó el vuelo alejándose a gran velocidad de aquel lago.

- Junsu-Lissë…

- Yoochun-Inya… - La sonrisa resplandeciente tomó lugar en labios del castaño apenas vio al peliazabache.

- ¿Podemos hablar un momento? – Cuestionó con un dejo de titubeo, el asentimiento de su amado dejó caer una pesada carga de miedos en su vientre… - Mañana será mi cumpleaños.

- Nenya me lo había comentado ya.

- ¿Sí? – El castaño asintió nuevamente… - ¿Te ha dicho algo más?

- No. Excepto que tal vez me buscarías antes de que fuera mañana.

- Junsu-Lissë, mañana se celebrará un baile en el Palacio. Vendrá gente importante de todo el reino y las pequeñas poblaciones a su alrededor. Mañana, cuando la luna nos regale un rayo de su luz que ilumine Tindómë, he de comprometerme.

La sonrisa del menor de los Kim perdió fuerza, pero no desapareció del todo de sus labios. Después de todo había tomado ya su decisión.

- Yoochun-Inya, ven a encontrarme a medianoche otra vez, déjame ser el primero en desearte un floreciente cumpleaños. Te entregaré mi regalo.

- Junsu-Lissë…

- No llegues tarde, Yoochun-Inya… - El castaño se acercó a su amado depositando un dulce beso sobre su boca, dio media vuelta y se alejó corriendo con gracia y la velocidad del sonido.

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Los Príncipes de Hyarmen y Númen se mantenían principalmente en sus aposentos, compartiendo historias de sus infancias, de sus adolescencias, de sus incursiones en la vida adulta. Compartían sus vidas, se conocían. Descubrían las cosas buenas del otro, también los terrenos escabrosos que evitar, y las facetas que podrían hacerles discutir. Se daban cuenta, de que a pesar de todo, ellos congeniaban muy bien el uno con el otro.

Linta se mantenía –como los dragones– alejado del Reino pero con su mente vinculada a la de su receptor. Recorría los cielos y dejaba que el viento cálido acariciara su plumaje en las alas o el corto pelaje de su cuerpo de león. Y transmitía de vez en cuando aquellas sensaciones al Príncipe ChangMin solo porque sí, porque a ambos les gustaba la sensación de volar.

- ¿Es cierto que algunos unicornios tienen alas? – Cuestiona de pronto, de pie en el ventanal de sus habitaciones contemplando el atardecer.

- Lo es. Pero hasta ahora nadie ha sido capaz de decir con certeza por qué algunos unicornios son alados, ya que ninguna, que se sepa, ha nacido con alas, sino que las desarrolla en alguna etapa de su vida.

- ¿Te gustaría que Isilmë tuviera alas?

- Soy humano, me gustarían muchas cosas, ChangMin-Írima.

- ¿Hay algo que desees con todas tus fuerzas, Hayami-Indil?

- Justo ahora, hacerte el amor.

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Cuando la medianoche llegó, el Príncipe Park arribó al mismo sitio en que esa tarde se encontró con el menor de los Kim. Al principio solo eran Nenya y él bajo el nocturno manto estrellado, pero un minuto después, el sonido del aleteo de Narvinyë vino desde el cielo. El dragón rojo descendió en picada deteniéndose a escasos centímetros de la superficie acuosa del lago, cuyas aguas se inquietaron bajo el viento que desplegó con el batir de sus alas. Montado en su lomo, el castaño vestía galas de seda color blanco, las suaves prendas le cubrían de pies a cabeza resaltando a ojos del peliazabache su sobrenatural hermosura.

Con delicadeza, el Príncipe Kim bajó del lomo de Narvinyë, por unos instantes caminó por encima del agua sin hundir sus pies en ella. Cuando deslizó sus pasos por el pasto mojado de rocío, el Príncipe Park tragó hondo al contemplar bajo los rayos lunares la silueta de su amado.

- Esta noche, Yoochun-Inya, bailaré para ti la Danza del Fuego.

Continuará……

GLOSARIO

Tirion: Torre de la Vigilia.

Nillë: Destello de Plata.

Hwermë: Código de gestos.

Tindómë. Crepúsculo Estrellado.