ISTAR Parte 32

ISTAR

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Trigésima-Segunda Parte

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Reino de Rúnya

…La Reina Nillë ha dejado este mundo…

Aquéllas palabras resonaron en la turbulenta mente del peliazabache dejándole un profundo pesar. Tan doloroso que aguijoneaba su corazón. Sus gruesas lágrimas quemaron al rodar por sus mejillas.

Su madre ha dejado este mundo.

Y él no pudo decirle adiós. No pudo decirle por última vez que la ama, que está infinitamente agradecido de ser su hijo. Que a pesar de todo, Ella había sido el ejemplo a seguir.

…Fuiste un milagro, Yoochun; pero tal vez tengas razón, tu corazón no le pertenece a Rómen sino a la Luna, y la Luna le pertenece a toda Anarion…

El Príncipe recordó con súbita claridad las frases de su madre a su arribo a Rómen semanas atrás, antes de elegir al Príncipe Junsu como su prometido, antes de ser desterrado por el Rey Tirion.

Tantas cosas pendientes. Tantos círculos sin cerrar. Tantos recuerdos. Tanto de Todo.

– Yoochun-Enta.

– Mi madre se ha ido, Nenya. Y no he podido sonreírle ni besar sus suaves mejillas al decirle adiós.

– Príncipe Yoochun, aún debes saber más cosas acerca de lo que está pasando.

– Quiero ver a Junsu-Lissë, Narvinyë, por favor.

– Te llevaré, cuando tu mente se tranquilice y tus heridas sanen mejor.

– No hay tiempo. ¡No me has dicho dónde está! ¿Y la guerra? Mis legiones, Rúnya…

– ¡Tranquilízate! – El dragón rojo empujó su pensamiento dentro de la mente del peliazabache obligándole a doblegar un poco su ansiedad.

– Los reinos siguen en batalla, pero algunas tropas de Rómen y Formen atacaron sorpresivamente flanqueando las fronteras de Rúnya desde el sureste, yendo directo hacia el Palacio. Te lo dije, Junsu estaba ahí y pudo contener el ataque gracias al apoyo de los otros dragones. Pero la ausencia del Príncipe Jaejoong y el Príncipe Yunho exigieron otras medidas.

– ¿Qué medidas? ¿Y Nënar?

– Perdí todo vínculo con Nënar al mismo tiempo que dejé de sentir la esencia mágica de los Príncipes. Junsu dijo que tenía idea de lo que ocurría y emprendió el viaje junto a los otros dragones.

– ¿Por qué no puedo sentir la mente de Junsu-Lissë ahora? Dijiste que su vínculo conmigo me mantuvo anclado a la realidad, Narvinyë.

– Junsu está ahora muy lejos de aquí, ¡el muy testarudo!... – Rebufó enfadado, espoleando su cola contra el suelo húmedo de la cueva en que se encuentran… – Sin mí haciéndole compañía y ofreciéndole los dones de mi magia, el vínculo solo lo debilitaría, sobre todo porque ahora hay demasiada tristeza en tu corazón. Cuando despertaste interrumpió el vínculo por su propia seguridad.

– Llévame con él y en el transcurso explícame todo lo demás que necesito saber.

– ¿Estás seguro? Yoochun-Enta, acabas de saber que tu madre murió.

– Cuando los reyes de Rúnya perecieron, Junsu-Lissé y el Príncipe Jaejoong siguieron adelante. No sería digno del amor de mi prometido sino emulara al menos un poco el valor que ha mostrado desde que nos conocimos.

Narvinyë clavó sus grandes ojos rojos en el peliazabache. Le tiene respeto, pero todavía duda de su condición actual. Las heridas que le produjo no fueron profundas, pero parecían dolerle al Príncipe pues las facciones de su rostro no le engañaban, ni tampoco que pudiese pasearse por su mente admirando sus pensamientos con soltura y que el peliazabache no pareciera enterarse de los hechos.

Nenya se acercó a su receptor, la pesada mano del peliazabache cayó sobre su cabeza acariciándole apenas consciente de su gesto. El lobo desplegó su magia vaciando parte de su energía en el hombre. La luna apareció en el firmamento nacarado, redonda e imponente, hermosamente plateada.

Una muerte prematura se ha sumado en Anarion. Primero los reyes de Rúnya, ahora la Reina de Rómen; y la Reina de Númen se aproximaba a un sucedo sin precedentes habiendo llegado a los Desiertos Polares montando su unicornio.

¿En qué terminaría todo esto? Nenya meditó. Luego comenzó a lamer las heridas visibles de su receptor –tal como había hecho durante esos días, lamentando no poder hacer más–, las bondades de su saliva no sanaron los cortes como lo habría esperado. Narvinyë le dijo que podía deberse a toda la magia que flotaba en el ambiente. demasiadas criaturas mágicas concentradas allí, en medio de la guerra.

Nenya vio al dragón rojo levantarse sobre sus cuatro patas y lanzar una exhalación de fuego que golpeó el alto techo rocoso de la cueva iluminándolo todo en el interior de la montaña. Había pasajes al fondo, por uno de ellos llegaron dos días atrás los Príncipes de Hyarmen y Númen, antes de partir como lo hizo el Príncipe Junsu.

– Nos marcharemos pues, dejando a Rúnya en manos de las tropas de Hyarmen y Númen, así como las legiones de Hyarrostar que ahora comanda el Príncipe Yoo-Hwermë.

– ¿Mi hermano?

– ¿Cómo esperabas que supiera lo sucedido con tu madre, Yoochun-Enta? ¿Cuál fue la razón por la que enfureciste al borde de la locura obligándome a arrastrarte hasta aquí?

El Príncipe Park admitió que había lagunas en sus recuerdos próximos. Narvinyë agitó las alas produciendo una ventisca que meció los mechones negruzcos del Príncipe, luego le permitió montar en su lomo, junto a Nenya que se agazapó frenético al cuerpo del muchacho.

Y finalmente levantó el vuelo.

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Helcaraxë

Cabalgando hasta aquella región trecho adentro en los Desiertos Polares, Nanami desmontó de su unicornio. El animal agitó las crines y espoleó los casquetes de sus patas sobre el hielo congelado, el cuerno emitió una luz brillante que pronto iluminó un gran espacio alrededor. La Reina de Hyarmen exhaló y su aliento pronto se tornó vaho, el frío era descomunal como siempre en las profundidades de los Desiertos Polares. Helcaraxë había estado prohibido para su pueblo durante centurias pero ahora era su deber asumir el rol que una vez su linaje fraguó.

– Todas teníamos una misión en Anarion, y sabíamos que tarde o temprano nuestras familias cumplirían su cometido. Nísinen fue la primera, Nillë hizo lo propio al concebir al joven Yoochun y criar a un hombre con el temple de Yoo-Hwermë. Ahora debo hacer lo correspondiente. Morion, revélate.

Aunque la voz de la mujer fue un suave susurro que se perdía entre el azote de las heladas ráfagas, aquello que se sacudiera bajo el hielo crujiente cuando los ocho dragones de los Príncipes Kim eclosionaron, emergió súbitamente de las profundidades del hielo. La espesa capa de hielo se sacudió violentamente con sonidos estridentes cuarteándose sin cesar en todas direcciones. La Reina Nanami sintió cada movimiento bajo sus pies, pero no se inmutó; ni ella ni su unicornio, cuyo cuerno resplandecía con vigor.

Una sombra finalmente cobró forma unos metros más allá al frente de la Reina de Hyarmen. La silueta esbelta de un hombre cobró forma ante sus ojos. Las puntiagudas orejas, el largo cabello plateado, los dedos huesudos y largos, la altura imponente, los ojos dorados que otrora incluso parecían haber perdido vida, los pómulos pronunciados y los labios prolongados y delgados.

– Suficiente has descansado en Helcaraxë, Morion; tanto tiempo que tu magia te ha permitido una apariencia más joven.

– Debo admitir que de entre todos no eres tú a quien esperaba. Pero, dado que hace poco la magia de Telemnar y Nísinen se desvaneció, supuse que mis cálculos no habían fallado del todo. Tomaron la gran responsabilidad de custodiar mis huevos de dragón.

– No eran tuyos. Los dragones como toda criatura mágica en Anarion es libre, Morion.

– Fueron concebidos por mi dragón, me pertenecían.

– ¿Cuánto permitiste que tu alma fuera envenenada por la ambición, Morion? Eras de los Elfos más poderosos de Anarion, debías regir con humildad y enseñar con el ejemplo.

– ¿Nillë creía eso? Por eso se casó con un hombre como Tirion, ella sabía muy bien lo que le deparaba si se quedaba con él. Lo eligió por encima de cualquiera de su clase. Igual que hiciste tú al casarte con Takuma.

– Nada nos obligaba a enamorarnos de elfos solamente. Somos hadas con mentalidad propia. No íbamos a someternos a los pensamientos impuros que sembraron ambiciones perversas en tu mente, Morion. ¡Fuiste capaz de matar a tu propia dragona! ¡Seregon era una dragona extraordinaria!

– Antigua y poderosa. La primera de todas en su estirpe, la más impresionante sangre de fuego corría por sus venas… – El elfo avanzó ágilmente hasta la Reina, dejando sus rostros tan cerca que la mujer sentía el frío contacto de su piel pálida rozándole la nariz… – Ocho huevos de dragón tuvo a lo largo de su vida, ninguno de ellos estaba dispuesto a eclosionar para mí. ¡Me pertenecían!... – Vociferó rabioso.

Las facciones del elfo que una vez fue Istar entre su especie se contrajeron en una oscura expresión de ira. El ceño fruncido con rudeza, los labios finamente apretados, los huesos saltados en su cuello y clavícula. La Reina Nanami levantó la barbilla en gesto retador, su unicornio relinchó e hizo resonar con furia sus casquetes sobre el hielo hasta que el sonido hizo eco.

– ¿Viniste a detenerme? – Morion rió con sorna. La risa profunda viajó entre los vientos que rugían sin misericordia. La mirada burlona cayó mordaz sobre la figura de la mujer… – Vas a necesitar más que a tu unicornio y toda tu magia para hacerlo, Nanami. Cuando renunciaste a tu inmortalidad y a los favores como Hada, tu poder disminuyó considerablemente. Telemnar tenía mucho más poder y pereció. Una Ninfa como Nísinen era más poderosa en sus últimos años de lo que eres ahora. ¿Qué te hace tenerte confianza?

– Creo en los Príncipes de Rúnya. Creo que cometiste un grave error al usar a un humano como el Príncipe Jung para mantener con vida tu esencia. Le permitiste consumir el corazón de Seregon y le diste la facultad de controlar a las criaturas mágicas de Anarion, aunque él haya creído que solo tenía dominio sobre las mentes de los Fénix.

– Dejé parte de mi mente en ese muchacho, no será fácil que se deshaga de mis hechizos mentales.

– Lo hará. Sabías que se enamoraría de un heredero de Rúnya y confiaste ciegamente en que su pueblo le sería más importante.

– Las mentes humanas son fáciles de manipular, Nanami.

– No la de él, Morion.

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Ossiriand

Habiendo llegado hasta el extremo norte de los desiertos rojos de Formen donde  Ossiriand se enclava en el cruce de siete ríos que vienen de todas direcciones en Anarion, el Príncipe Junsu mantenía la esperanza de encontrar allí a su hermano, al Príncipe Jung y a Nënar.

El menor Kim desmontó de lomos de uno de los otrora dragoncitos, hoy auténticos dragones adolescentes que alcanzan la mitad del tamaño de Narvinyë y Nënar pero que han madurado lo suficiente para volar a gran velocidad y largas distancias. Estos ocho dragones eran extraños pues hasta ahora no le mostraban su voz al castaño, ni lo hubieron hecho antes con el Príncipe Jaejoong o los dragones mayores. Parecían sumidos en un estado de mutismo voluntario que, sin embargo, no preocupaba al joven castaño pues tenía allí esa sensación de confianza que le hacía respetarles.

– Me permitirán escucharles y conocer sus mentes cuando lo quieran. No debo precipitarme en ansiedades innecesarias.

El Príncipe Junsu avanzó sigilosamente entre arbustos y matorrales sin un sendero fijo que seguir. Aguzó la mirada y el oído, atento a cualquier sonido que le advirtiera de peligros o la presencia de su hermano y el Príncipe Jung.

– Yoochun-Inya, espero que te encuentres bien.

El pensamiento le cruzó la mente casi contra su voluntad. Suspiró y continuó su camino. Estaba cansado, el viaje de tres días consecutivos sin alimento ni un poco de sueño le tenía así, además había estado en batalla otro tanto de días y había usado su magia constantemente desplegando sus campos energéticos para proteger a toda persona sin que le importara a qué reino pertenecían. Narvinyë le había reñido tanto por eso. Una suave sonrisa se abrió paso en los resecos labios del castaño al pensar en aquello. Le conmovía de sobremanera el cariño de su dragón y la forma siempre tan hosca de demostrárselo.

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Reino de Rúnya

El Príncipe Yoo-Hwermë demostraba con creces don de mando. Lideraba las legiones de Hyarrostar con el temple con que lo hizo su hermano, pero con su propia personalidad. Era frío y distante, pero sus acciones mostraban que se preocupaba por cada hombre bajo su soberanía. Pronto llegaron a sus oídos noticias de que su padre –decepcionado por su traición a Rómen– le desconocía como su heredero del mismo modo que desconoció a su hermano Yoochun orillándole al destierro. Pero entonces Rómen estaba confundido, el pueblo comenzaba a abrir los ojos y darse cuenta de la verdad detrás de su Rey.

– Estamos agradecidos de que nos ayude a mantener a Rúnya a salvo, Príncipe Yoo-Hwermë. Hasta que los Príncipes Kim no regresen nuevamente, su gente seguirá en ese extraño letargo.

– Hago esto por mi madre solamente, ella me crió y educó para esto.

El Príncipe de Númen sonrió ante la actitud recia del soberano de Rómen. Tan distinto de su hermano. Aún así le caía bien y tenía la sensación de que cuando la guerra terminase, una amistad podría entablarse allí.

– Númen siempre quiere hacer amistades con otros reinos.

– ¿No es mejor así, Isilmë?

– Por supuesto, mi amado Hayami. – La unicornio se echó sobre hierba y hojas secas para reposar unos momentos. El día había sido tan agotador como el anterior, pero durante la madrugada podía tener un merecido descanso y recuperar energía. De cualquier manera le seguía molestando el olor a sangre en sus fosas nasales.

– Hayami-Indil.

– ChangMin-Írima, ¿cómo está tu gente?

– Algunos heridos mejoran. He tenido malas noticias también de otros con menos suerte… – El morocho se sentó a lado de su prometido en aquel improvisado campamento. Tenía las ropas gastadas y maltrechas, sangre manchándola y el cuerpo lleno de suciedad. Le apetecía una larga ducha de agua tibia, pero no tenía ánimos para ello aún… – ¿Tus guerreros?

– Fuertes y estoicos, aún los heridos. He enviado palomas a Númen con los nombres de cada uno de los caídos… – El de tez tostada pasó el brazo por encima de los hombros de su prometido acercándole para besar su sien… – Ganaremos, ChangMin-Írima, y haremos plegarias por cada alma que corta el hilo su destino aquí. Sin importar el reino al que hayan pertenecido.

– Tu bondad me enorgullece, Hayami-Indil…

Cuando los labios de los Príncipes se encontraron en un beso suave con sabor a esperanza. Linta levantó la mirada al cielo. La luna tenía un halo de luz rojiza. Anunciaba la llegada inevitable de la verdadera batalla final.

– Y no será en Rúnya, ni en ningún terreno de Anarion. Sino en la mente de Ellos.

Continuará……

Próxima actu, el desenlace~

Agradezco a quienes siguen leyendo, y aún más a quienes se toman la molestia de comentar~