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viernes, 23 de diciembre de 2011

Shot *-* (Pedidos)

Título: HURT
Autora: Felina
Pareja: KoMin (KoheixChangMin)
Género: Drama-Romance
Resumen: Las cosas más difíciles son las que mejores enseñanzas dejan, ¿pero cuánto dolor puede soportarse cuando se aprende a amar?

**Hurt**

*****

Kohei es un chico de origen japonés que ha vivido desde la adolescencia en Seúl, no olvida sus raíces pero sabe que nunca volverá a su país natal… no cuando tantos recuerdos dolorosos se encuentran allá y su corazón sufre angustia cada que memora aquellos años de ingenuidad e ilusiones.

Había pasajes de su vida que no le gustaba recordar, pero eran tan molestos como la arena en el calzado que una y otra vez insiste en colarse cuando caminas por las pacíficas playas del mar.

Esa era su actualidad, ya no era el mismo chiquillo tonto de 14 años que se creyó todas las palabras de amor que vinieron de un muchacho mayor que se aprovechó de su ingenuidad para usarlo como a un juguete que desechó cuando se cansó de jugar con él. Y sin embargo, había sido tal vez la etapa más difícil de toda su vida, tal vez ahora tenga ya 26 años, pero en muchas ocasiones cuando la atracción que llega a sentir por otro chico se vuelve más fuerte y comienzan las sensaciones de un sentimiento más profundo, él no puede evitar volver al pasado y deprimirse antes incluso… de que en el presente pueda acercarse a alguien más.

*****

Estaba ahí, taciturno y más pálido de lo que recuerda haberse visto la última vez que se miró al espejo. Era la noche de invierno más fría que pudiera recordar de toda su vida. Tal vez por el hecho de contar con 26 años y sentirse un poco más maduro es que resentía el dolor del rompimiento que acaba de tener.

Le dolía el pecho y sentía una punzada constante retumbarle en las sienes. Llevaba todo el día encerrado en su departamento, no ha probado bocado y a lo sumo se ha tomado una cerveza, no es que particularmente le guste ahogar las penas en alcohol; y aunque tuvo el pensamiento y otras tantas latas permanecen sin destapar en la mesa de centro de su sala, ahí a su lado tirada en la alfombra de su habitación, la única lata vacía. La sensación del amargo sabor del amarillento líquido le sabía a hiel y parecía imprimir un sello de soledad en su interior.

Le arden los ojos y se ha cansado ya de llorar, el reproductor en la estancia cambia de disco en automático y una nueva melodía de blues suena en volumen moderado. Es la 3ª o 4ª vez que se repite como sucedió con cada uno de los otros discos en lo que va del día y parte de la noche. No es que Kohei tenga interés alguno en cambiar la música, el blues acompañado por aquellos tonos melancólicos le gusta, y le sienta bien en un momento como aquél.

Es tan fácil creer en promesas y tan difícil decir adiós.
Sobre todo cuando no estás preparado para una despedida, cuando has pensado que todo va bien y no logras comprender en qué has fallado o cómo fue que el amor terminó.

Ésa es su realidad, detrás una larga historia que quiere de pronto olvidar pero que se repite cual película antigua una y otra vez en sus memorias.

Se hace más difícil y doloroso.

Recordar la primer sonrisa y aquella mirada cómplice cuando se conocieron en una reunión del trabajo; él era nuevo y su ahora exnovio, un ejecutivo que llevaba un año ya en la empresa.

Habían tenido una especie de conexión especial y en cuestión de semanas ya habían comenzado su relación; la que durara casi dos años y hubiese Él terminado sin más esa mañana.

…………………………

- lo siento Kohei, no te veré en el desayuno como quedamos. Verás, quería vernos para hablar pero tendré toda la semana ocupada y no quiero dejar pasar más tiempo… - hubo una pausa en medio de aquella llamada. Kohei todavía no comprendía lo que estaba pasando o porqué de pronto su respiración era más pesada y sentía una opresión en el pecho. Era ése algo llamado “mal presentimiento”… - creo que llegó el momento de terminar lo nuestro, conocí a alguien más y hemos estado viéndonos hace un par de meses. Lo siento, sé que debí decírtelo antes, entenderé si después de hoy no vuelves a dirigirme la palabra. Adiós.

La llamada fue finalizada y Kohei no tuvo tiempo ni siquiera para haber emitido palabra alguna. La respiración se había vuelto más laboriosa y el cuerpo había comenzado a temblarle mezcla de emociones que ni siquiera podía nombrar.

Esa misma mañana solicitó su transferencia a otro departamento en la empresa, no quería verlo cada fin de semana en las reuniones del Colegiado y tener que hacer de cuenta que más nada había ya entre ellos. Esa misma mañana solicitó también sus vacaciones de manera precipitada por supuestos motivos de salud.

…………………………

Tal vez era algo inmaduro de su parte, pero se sentía devastado y lo que menos tenía era fuerzas para enfrentar la realidad. Necesitaba llorar y sufrir su dolor. En el fondo, también quería pensar y comprender por qué el amor se había acabado. ¿Cómo es que no se había dado cuenta –o no había querido– que hacía meses que no era el dueño de aquél corazón?

Fue en aquel cuestionamiento en donde llegó la sensación de estupidez, se sintió patético por no haberse dado cuenta de la obvia infidelidad. Y comprendió que tal vez, nunca le había amado. Cayó así la enorme posibilidad de haber sido solo un pasatiempo, o de valer tan poco que a pesar del largo tiempo y las experiencias compartidas, bastara la llegada de alguien más para derribar esa estructura de un amor que creyó fuerte.

Creyó tantas cosas.

- es tan fácil creer… - voz trémula y cansada que vaga por la habitación. Una nueva melodía de blues, algo más triste y melancólica, suena también el saxofón y sus notas le envuelven en la más opaca de las sensaciones.

*****

Un par de días después el timbre no paraba de sonar. Kohei quería ignorarlo, se cubrió la cabeza con la almohada y jaló las cobijas tapándose completamente. El maldito sonido no cesó y taladraba sus oídos; bufó por lo bajo y aventó las mantas saliendo finalmente de su cama. Lleva el pijama puesto y el cabello alborotado, siente un poco de frío y tiembla, pareciera que afuera está nevando. Lleva también los ojos hinchados de tanto llorar y mal dormir. Su habitación un completo desorden, las cortinas corridas para evitar la entrada de luz, pañuelos regados por aquí y por allá y un par de cambios de ropa desperdigados en la silla del escritorio de su computador personal. Sus pies descalzos le arrastraron fuera de su habitación, el comedor y la estancia estaban intactos, sólo las cajas de esos discos que escuchara el primer día de su separación descansan a un lado del aparato de sonido en el mueble cubierto apenas por una fina capa de polvo. Más allá, la cocina también luce más bien limpia, no ha ensuciado un solo vaso ni preparado un solo alimento; por otro lado, el cesto de basura está casi lleno con botes de helado y aquellas latas de cerveza que no se bebió excepto una…

Kohei miró por la mirilla de la puerta de su departamento. Reconoció al chico al otro lado que una vez más presionaba su dedo contra el timbre. La puerta se abrió lentamente, el chico de cabellos grifos en tono castaño oscuro aguardó pacientemente con el semblante más bien serio y casi desinteresado. Pero lleva copos de nieve en los hombros de su gabardina y hasta en su boina de lana que le sienta bastante bien. El japonés también notó una bolsa colgando de su mano izquierda.

- ¡Vaya! Creí que te encontraría en peor estado… - el chico dijo con tono áspero, un poco de vaho se formó cuando habló y solo entonces Kohei cayó en cuenta de lo helado del ambiente en el exterior, una rápida mirada al blanco paisaje antes de que su amigo se adentrara sin más en su departamento. Kohei no se extrañó porque conoce de sobra el carácter de su visitante… - tu madre me llamó, está preocupada por ti ya que no ha podido comunicarse contigo desde hace días… - su mirada analítica pronto descubrió el cable del teléfono fijo y supuso (acertadamente) que Kohei lo habría desconectado del mismo modo en que apagó su móvil (ciertamente había intentado marcarle un par de veces el día anterior)… - le dije que estuviera tranquila, que ya yo me encargaría de reñirte apenas te viera, pero como al trabajo no volverás pronto… - dejó la bolsa que llevaba sobre la mesa en el comedor y se giró buscando a su supuesto interlocutor que hasta el momento no ha hecho más que respirar y seguirle con la mirada sin cerrar siquiera la puerta… - heme aquí…

- no estoy de humor para visitas, ChangMin ah…

- lo sé de sobra, ahora cierra la puerta que está haciendo un frío del demonio… - frunció el ceño y se sacó la gabardina sacudiendo los copos de nieve que cayeron sobre el pulcro piso, la dejó reposando sobre el respaldo del sofá de la estancia y luego volvió al comedor comenzando a sacar lo que llevaba en la bolsa… - voy a preparar comida, muero de hambre…

- yo no teng…

- no estoy preguntándote si quieres acompañarme, vas a hacerlo… - interrumpió el morocho sabiendo bien lo que el japonés le diría… - ¿sabes cuántas veces he cocinado en toda mi vida?... – lanzó la pregunta en tanto entra a la cocina (cual si estuviera en su casa, por cierto) y Kohei niega con la cabeza sin hablar más y siguiéndole simplemente con la mirada como antes… - bueno, no las he contado pero definitivamente no son muchas, me gusta más la idea de comer que cocinar, así que sé caballeroso y dúchate, cámbiate y vuelve para acompañarme a comer, pasan de las cuatro de la tarde hombre, y acá entre nos, no he comido nada desde el desayuno…

Kohei pensó que esa era la primera vez que escuchaba a ChangMin hablar tanto. Generalmente le ha visto más bien reservado, aunque sarcástico y de pocas palabras cuando la ocasión lo amerita –como cuando simplemente tiene ganas de fastidiar a alguien en el trabajo–

- ¿Qué esperas?... – ChangMin se asomó para mirarle… - ¿Necesitas que te duche y te cambie, acaso?... – profirió enarcando una ceja en un gesto que bien podría interpretarse pícaro pero que para ninguno de los dos tenía realmente aquella intención.

Kohei dio media vuelta arrastrando los pies de vuelta a su habitación, y ChangMin volvió a su tarea de cocinar. Si en cinco minutos no escuchaba el agua correr, iría a meterlo a la ducha aunque fuera por la fuerza. Un par de minutos después una sonrisa apareció en labios del morocho cuando escuchó la ducha funcionar.

Más tarde, ambos estaban sentados en el comedor con su respectivo plato servido. ChangMin comenzó a comer de inmediato –era verdad que moría de hambre, desde el desayuno no había podido comer nada entre el trabajo y su ida al súper para comprar lo que necesitaba; y él come por lo menos fruta entre comidas–; Kohei por su parte más bien jugaba con el espagueti enrollándolo una y otra vez en el tenedor.

- ¿Necesitas que te dé en la boca?… - el morocho dijo con seriedad y clavándole la mirada. Kohei se la sostuvo un instante, suspiró y negó con la cabeza llevándose un primer bocado a la boca.

Era extraño saberse “cuidado” de aquel modo por alguien como ChangMin, no es precisamente afectivo y menos expresivo, pero dentro de todo, Kohei siempre ha sabido que es un gran chico. Más bien maduro para su edad (el morocho es tres años menor que él) y muy inteligente, de estable autoestima aunque en ocasiones inseguro ante situaciones nuevas. De humor característico pocos llegaban a conocerlo y es que pronto lo tachaban como ególatra de pésimo humor. Por supuesto, Kohei puede entender que no cualquiera sepa sobrellevar su sarcasmo y su obvia superioridad intelectual. De hecho, muchas veces se preguntó por qué ChangMin no trabajaba en alguna otra área o incluso otro tipo de empresa. Luego un día hace no demasiado tiempo el propio morocho respondió tal inquietud sin que él tuviese que cuestionarle nada…

- me gusta la idea de ganarme cada centavo que gano y ascender como todos, de hecho mi padre y mi tío son los dueños de la cadena a la que pertenece esta empresa, podría estar en cualquier puesto de alto rango si quisiera, pero prefiero ir desde abajo, aprender y ganar a la buena…

Aquel pensamiento le había gustado a Kohei, y desde entonces había tenido una especie de admiración por ChangMin, de modo tal que pronto se habían vuelto amigos, charlando en ocasiones

- deja de hacer el vago en tu cabeza y sigue comiendo, Kohei… - la voz del morocho le sacó de sus pensamientos y él solo atinó a mirar de nuevo su plato y jugar con la comida…

- ¿Realmente crees que tengo ganas de comer? Tal vez no puedas entenderlo, a ti no te acaba de terminar la persona de quien estás enamorado…

- ése imbécil no merece nada de lo que has hecho por su causa desde que te cortó… - el morocho gruñó por lo bajo llevándose con furia otro bocado a la boca…

- tú no entiendes…

- ¿Qué no entiendo? ¿El que sea un imbécil de mierda?

- ¡no tienes que insultarlo!... – el japonés levantó un poco la voz mirándole desafiante…

- ¿Qué? ¿Todavía vas a defenderlo? ¿Con todo y que te cortó a través de una mísera llamada telefónica y echándote en cara que salía ya con otro desde mucho antes?... – ChangMin dijo con tono duro, casi como si no le importara lo que aquello que sale de sus labios lastima más el corazón ya herido de su acompañante…

- ¡Ya basta! ¡No tienes idea de nada!... – gritó sintiendo de nuevo esas lágrimas acumulándose en sus ojos… porque sabe que el morocho tiene razón… y eso duele mucho más…

- claro que no tengo idea, si la tuviera sería porque he dejado que algún idiota me haga una bajeza de tal naturaleza, pero eso jamás voy a permitirlo, me tengo suficiente valía para no ir y enrollarme con un imbécil como Jungjong… - luego una bofetada interrumpiendo su discurso…

- si ya terminaste puedes marcharte y dejar a un tonto como yo continuar con sus problemas… - el japonés dijo aguantándose las ganas de llorar delante del otro. Tomó ambos platos con la intención de retirarlos pero el morocho le arrebató el suyo sin miramiento…

- no he terminado de comer, y mejor te sientas y terminas lo tuyo, la comida no es para desperdiciarse, y menos si yo mismo la he preparado… - el morocho dijo con voz ronca, sin haberse inmutado demasiado por el golpe recibido… casi como si supiera que la merecía por ser tan duro, casi como si dijera “no importa, porque todavía tengo razón”… - le prometí a tu madre que me quedaría contigo hasta asegurarme que comieras adecuadamente…

- ¿Por qué me haces esto, ChangMin? ¿No ves que me siento deprimido, que no tengo ganas de nada, que solo quiero llorar y…?

- estás deprimido, sé todo lo que conlleva un estado de ánimo así, no necesitas explicármelo. Pero escucha bien lo que voy a decirte porque no soy de los que repiten algo dos veces. Ese imbécil… - el japonés abrió la boca listo para debatir aquella palabra, pero… - sí, otra cosa no puede ser si se atrevió a dejar de ése modo tan cobarde a alguien tan capaz y lindo como tú, así que mejor no intentes interrumpirme de nuevo que a éste paso la comida estará helada y tendré que calentarla… - Kohei pensó por un segundo que ChangMin tenía un modo muy pero muy peculiar para “levantarle el ánimo”… - sé que llevas estos días haciendo más nada que lamentarte por la ruptura, seguro tu habitación es un asco de espacio ahora mismo, lo que refleja el interior de tu alma herida; pero si piensas que voy a dejar que sigas llorando y lamentándote por un imbécil que no merece una sola de las lágrimas que has derramado, se nota que en los meses que llevamos de conocernos no has aprendido absolutamente nada de mí.

- ¿Por qué haces esto, ChangMin?... – el japonés preguntó suavemente… estaba cansado, casi parecía que recién se daba cuenta del cansancio que entumece su cuerpo y vuelve pesados sus párpados…

- porque vales mucho más de lo que ese imbécil pudo haberte hecho sentir en el tiempo que le dedicaste como su novio. El único problema contigo cuando te enamoras, tu madre me ha ayudado a comprender, es que te entregas demasiado, eres de personalidad noble y por eso puede resultar fácil que las personas se aprovechen de ti…

- eso suena a que soy un reverendo idiota… - el japonés sonrió con tristeza…

- incluso para eso te falta mucho más… - el morocho dijo llevándose otro bocado a la boca… definitivamente, su comida se había enfriado…

- no eres muy afectivo consolando, ¿sabías?

- ¿Quién dijo que estoy consolándote?... – el morocho gruñó mirando hacia otro lado rogando porque el calor que siente en sus mejillas no sea un intenso sonrojo…

- todavía me siento sin ánimos para nada… - el japonés suspiró dirigiendo su mirada a la ventana de la estancia, las cortinas cerradas le impiden ver el exterior, pero imagina que aún neva… y que así de frío como puede estar ahí afuera, se siente el vacío en su corazón.

- bueno, irán volviendo poco a poco, vamos… - el morocho se levantó de pronto sujetándole la muñeca y jalándolo instándole a ponerse de pie…

- ChangMin… a dónde… espera… yo no… - soltó sin demasiada coherencia… y sin embargo se dejaba arrastrar por esa mano cálida que le sujeta con firmeza pero sin ser ruda, gentil a su manera.

El morocho no respondió, simplemente tomó su abrigo del sofá donde lo había dejado y al paso por el pasillo de la entrada, el del japonés. Salieron del departamento dejando detrás un par de platos con sobras de una comida que seguro terminaría recalentada cuando volvieran –sí, la verdad es que ChangMin no piensa desperdiciar nada, y le servirá de pretexto para no soltar esa mano que se deja envolver sin resistencia por la suya–. Se abrigaron y caminaron en silencio por las calles, el ocaso había despuntado ya y la luz de día se había ocultado tras el horizonte llevándose consigo la poca calidez que podría haber en medio de aquella nevada que llevaba todo el día activa; algunos minutos más tarde estaban en un Parque de la ciudad, había luces y espesa blancura de la nieve por todas partes, no había demasiada gente por ahí porque la mayoría se había refugiado en el cálido interior de sus hogares.

ChangMin llevó a Kohei hasta un mirador más arriba desde donde se veía la bella panorámica de Seúl nocturna vestido de colores.

- ¿Sabes cuántas luces hay por ahí resguardando a personas que tampoco tienen ánimos de nada?... – el morocho cuestionó de pronto.

- ¿Cómo voy a saber algo así?... – el japonés respondió sinceramente.

- exacto, no importa que tú puedas no tener ganas de nada hoy, todavía hay luz ahí afuera Kohei, si te dejas vencer por la depresión y te consumes en soledad, nada de eso va a apagar la luz del exterior; ¿no crees que es un desperdicio dejar que se apague la más hermosa?... – se giró y llevó una de sus manos al pecho del japonés a la altura de su corazón… - no dejes que se apague, menos por alguien que no lo vale… todavía hay quienes queremos admirar la bella luz de tu interior, como admiramos la que nos ofrece nuestra ciudad aún en días tan fríos como los de invierno…

Kohei se le quedó viendo largos instantes, motivo por el cual ChangMin se puso nervioso y apartó su mano girándose de nuevo hacia la escena que majestuosa y hermosa sigue pintada al frente como una postal que sería buena idea guardar para siempre en la memoria. Después de todo, está ahí junto a la persona que él ama más que a nadie en el mundo.

- te compensaré, prepararé la cena cuando volvamos, ¿bien?... -

- bien… - ChangMin sonrió complacido. Era un buen cambio de actitud, lo sabía. Y tal vez, con el pasar de los días, tendría un corazón sanado al que poder entregarle los latidos de su propio corazón enamorado.



**FIN**

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• KoMin. Sin idea.

• KenMin. Sin idea. (En proceso)

3 comentarios:

  1. tan hermoso y lindo estan hechos para estar junstos *W* anke segui esperando ese beso <.<

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  2. senti su dolor TT__TT buu odio verlo sufrir eske ya me acostumbre a verlo detras de min soportandolo siempre se me hizo super raro verlo asi con min y min como ke demasiado poco el(?) jajaaj el amor cambia a todos incluso a min ¬o¬ lol
    me encanto feli moxa gracias¡¡¡

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  3. O.O como sq no habia leido sta historia antes...
    tan bello! me encanta el exo dq su modo d "terapia"
    asi sea toda tosca ...tenga un trasfondo tan noble ^^

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”No me quejo si alguien que ha leído el libro lo encuentra aburrido, absurdo o despreciable, ya que yo tengo una opinión similar sobre sus comentarios.”
J.R.R. Tolkien