Parte 5 ISTAR

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Quinta Parte

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Reino de Rúnya

La sorpresa ante la magnificencia de los reyes de Rúnya  se clarificó en la expresión de los cuatro príncipes. Los rumores que durante sus años de vida circularon entre sus reinos se les presentaba como una increíble y maravillosa realidad.

La reina, hermosa mujer de larga cabellera azabache con destellos violáceos bailando en cada fina hebra de sedosos cabellos, era tal cual se dice fueron –o son– las ninfas. De una belleza sobrenatural que no era equiparable a la beldad de cualquier humana mortal sobre Anarion. Su esbelta figura resaltaba su belleza, la elegancia de la silueta, la delgada cintura, los delicados brazos y el porte elegante de su cuerpo erguido en toda su altura. La piel, suave y lechosa como el color de las nubes de verano. Las cejas arqueadas definidas como si estuviesen delineadas con pincel, negras y frondosas como delgadas.

Los grandes ojos negros –mismos que Jaejoong parece haber heredado– enmarcados por las pobladas pestañas del mismo oscuro que su cabello, tupidas y largas no necesitarían de maquillaje alguno para lucir como lo hacen. La nariz respingada, ni muy pequeña y para nada grande, y bajo ella, una boca nacarada por los tonos de un crepúsculo otoñal, carnosos pliegues similares en longitud a los labios del mayor de los príncipes, pero más parecidos a los del menor de ellos en forma. Toda esta belleza orquestada con aquellas vestiduras de seda que dejaban al descubierto su vientre y las largas piernas, ondeando por el resto de su cuerpo con sutil exquisitez.

La corona alrededor de la cabeza sujeta a su vez una coleta discreta que cae en su espalda como cascada de un riachuelo en las altas montañas del extremo norte de Anarion; es de plata y está engarzada con formas delicadas de gotas que resaltan sobre la tiara por sus colores rojo fuego y azul zafiro. Las joyas que atavían su cuerpo son unos pendientes colgando de sus orejas, y unas pulseras con formas curveadas cual si simularan la forma de serpientes alrededor de su muñeca izquierda, el plata y el azul zafiro predominan en las preseas. Y en su mano derecha, en el dedo medio, una sencilla argolla de oro con un zafiro en el centro.

Ella es Nísinen, única ninfa de las Náyades que sobrevive a la casi extinción de su raza en Anarion. La mayoría de sus hermanas abandonaron Anarion centurias atrás para evitar tal catástrofe, pero ella, enamorada ya entonces de su esposo, permaneció en Anarion, y juntos levantaron Rúnya; aunque rara vez se dejan ver en persona, y cuando lo hacen usan otras galas –esto significa que adquieran otra apariencia con la que permiten ser vistos, a diferencia de éste momento, cuando su verdadero yo es mostrado ante los ojos de los príncipes de los cuatro principales reinos de Anarion–.

El rey, bello hombre de cabellos largos de color castaño sujetados en su mayoría en una coleta sobre su cabeza, algunos mechones que caen como cortinas a los lados de su rostro, es un Elfo de larga vida que ha habitado Anarion desde los tiempos en que los dragones y otras criaturas mágicas eran casi los únicos habitantes del planeta. Sus ojos, más bien rasgados, son color chocolate, las cejas algo más anchas que las de su reina, siguen luciendo delicadas y perfectamente arqueadas. Las pestañas que se agrupan alrededor de los párpados, largas y tupidas del mismo color que sus mechones. Nariz aguileña, mandíbula perfilada, boca amplia de labios no muy gruesos más bien claros pero suaves parecen inyectados de una tenue coloración carmín. Las orejas puntiagudas claramente le definen como elfo, pero quizá lo que más puede atribuirle tal condición, es su perfección total.

De cuerpo delgado pero atlético, los marcados músculos están claramente definidos bajo sus ropajes, mismos que cubren la extensión corporal con prendas que combinan el morado, café, dorado, plata y esmeralda. Más que un atuendo real parecía uno de guerrero, y la espada en su cintura como la lanza de peculiar aspecto en su mano derecha, acentuaban aquella impresión.

Él es Telemnar, regente de Rúnya, único elfo en Anarion. Tan único como su esposa, como lo son sus hijos.

- Veo dudas flotando en sus pensamientos, jóvenes príncipes… - El Rey dijo con calma, pero los príncipes sintieron como si aquella voz hubiese resonado en sus mentes…

- Has venido aquí movido por la curiosidad innata de tu inteligencia superior. Buscas respuestas a preguntas que se originaron más allá de Hyarmen, Príncipe Shim.

- Formen no ha perdido su fuerza, solo se han debilitado los pilares que lo sostienen. Tus padres te han pedido un presente que no podrás entregar, porque si lo hicieras traicionarías a tu propio corazón, Príncipe Jung.

- Los sentimientos que crecen en tu interior son hermosos, no dejes que la vergüenza ni las presiones de tu familia entierren el verdadero valor de tu corazón, Príncipe Park; el vínculo que mi hijo menor ha establecido con usted es eterno, brillará como una llama imperecedera por la eternidad.

- No temes ser juzgado porque has crecido entre unicornios. Estás orgulloso de ser receptor de Isilmë porque has aprendido de ella todo cuanto podías sobre la magia. Tu corazón es puro, y tus intenciones honestas. Probablemente seas tú el único que pueda sanear los cimientos de Númen, Príncipe Mokomichi.

Cada uno de los soberanos escuchó aquellas palabras en sus mentes, en una peculiar mezcla de voces que iniciaba con la del rey y culminaba con la de la reina indistintamente. Sus ojos no se habían despegado de los reyes de Rúnya, sus labios no se habían movido para emitir palabra alguna en aquel minuto más que para saludar a sus hijos, y aún así, aquellas palabras personales habían sido depositadas en sus mentes con precisión y soltura.

- Telepatía… - susurró el Príncipe de Hyarmen, desviando la mirada de los reyes como si temiera escucharles una vez más hablándole de cosas que probablemente ni él tenga en el plano superficial de su conciencia, escondidas en los intrincados parajes de su inconsciente.

- Admirable, Príncipe Shim… - la Reina le sonrió, él por su parte abrió los ojos de par en par al comprender que había sido escuchado; para luego sonrojarse por la belleza de la ninfa. Era inevitable no ser hipnotizado por su encanto. Y no significa en absoluto que le guste de esa manera… - Un descanso a su mente vendría bien… - la Reina se acercó con pasos ligeros hacia el de cabellos morochos, acarició su mejilla y murmuró algo en el idioma antiguo que le hizo sentir algo más ligero.

- ¿Qué…?

- Descuide, Príncipe ChangMin, no he hecho otra cosa más que clarificar algunos de sus pensamientos, vendrán a usted algunas respuestas cuando así sea justo y necesario.

El Príncipe de Hyarmen guardó silencio incapacitado para emitir palabra alguna, la seguridad de la Reina Nísinen era abrumadoramente confiable. En tanto, al mismo tiempo el Rey Telemnar había intercambiado algunas palabras con el Príncipe Park. Nenya había lanzado un ladrido alegre y las mejillas del peliazabache se habían teñido de un intenso rubor. A la distancia, el menor de los príncipes Kim ladeaba el rostro con gesto curioso, un puchero adornaba sus labios, su hermano reía bajito como si le divirtiera la frustración del castaño.

- Mi Lord…

- No necesita explicarme nada, Príncipe Park; por el contrario, me disculpo por la intromisión de mis pensamientos en los suyos. A veces la mente actúa por inercia, y soy después de todo su padre, mis hijos son las creaciones más preciadas de mi corazón unido al de mi reina. Sé que entiende eso…

- Sí, mi Lord… - El peliazabache inclinó la cabeza en una venia de sumo respeto.

En tanto estos dos eventos se sucedieron simultáneamente, los Príncipes de Formen y Númen observaban con cautela, esperaron que luego de aquel intercambio de palabras con sus iguales, los reyes de Rúnya se acercaran a ellos también; sin embargo, aquello no sucedió.

- Permítame hablar con usted, joven Príncipe, cuando el resto descanse antes de iniciar su viaje a primera hora del alba.

La voz del Rey Telemnar se coló como un susurro del viento en la mente del Príncipe Jung, cuya mirada viajó de inmediato en busca de la del soberano elfo; cuando se encontraron, el de tez morena asintió inclinándose con respeto.

- Hay algo que quiero decirle personalmente, Príncipe de Númen. Si tiene en bien permitirme unas palabras, le esperaré en el claro del norte cuando el alba se levante en el horizonte.

Fue la voz de la Reina Nínisen la que se paseó por la mente del soberano Mokomichi, como una brisa matutina en un día lluvioso. Hayami emuló la decisión de su congénere Jung, sonrojándose en respuesta a la sonrisa de la reina.

- ¡No es justo! – Protestó de pronto el menor de los Príncipes Kim. Infló las mejillas y cruzó sus brazos con aire indignado…

- Oh querido, no podemos compartir contigo lo que no está destinado para tus oídos… - La Reina Nínisen sonrió ante el arrebato de su hijo menor… - Que tus sentimientos por el joven Yoochun no abrume tu sensibilidad, hijo mío. Narvinyë aún es adolescente, tú ya eres un adulto. Si no aprendes a controlar tus emociones, tu dragón no madurará tan rápido como Anarion necesita.

- ¿Cómo evito que mi necesidad por saber todo lo que ocurre alrededor de él impulse mis acciones y mis pensamientos, madre?

- Es una respuesta que no tendrás de mí, hijo mío. Ni de tu padre, ni de tu hermano, ni de nadie más que de ti mismo.

El intercambio mental entre madre e hijo sucedió rápido y sutil; tanto, que nadie ahí podría decir que sucedió. Salvo el Rey Telemnar y el Príncipe Jaejoong quizá.

- Vayan a sus aposentos a descansar, príncipes de Anarion, al alba emprenderán un camino que les traerá aventuras y desventuras. Un camino indefinido que sus corazones necesitan atravesar… - declaró el Rey Telemnar antes de realizar una suave venia y salir de aquél salón acompañado por la Reina Nínisen.

- Su magia y la de ustedes, ¿es la misma?

- No, Príncipe Jung. Nuestras cualidades en la magia son menores a la de nuestros padres. Pero tenemos algún talento con la telepatía como ellos… - Respondió el Príncipe Jaejoong.

- Mis disculpas, me retiraré a descansar. Alassie Oloori, Príncipes de Anarion… - fue el Príncipe Mokomichi el primero en retirarse, pero al segundo le siguió el Príncipe Shim.

- También he de retirarme… - El Príncipe Park apoyó la palma de su mano en su pecho e hizo una venia hacia el Príncipe Jaejoong y el Príncipe Yunho que estaban más cerca el uno del otro… - Junsu-Lissë, Omentuvalme auressë.

- Omentuvalme, Yoochun-Inya… - El menor de los Kim dejó de acariciar las peludas orejas de Nenya para atender al peliazabache, sintiendo un pesar en su pecho cuando le vio marcharse del gran salón.

Pese a que le vería en unas cuantas horas más, el Príncipe Junsu anhelaba no tener que despegar sus ojos nunca de él. Cuando el Príncipe Yoochun junto con Nenya desaparecieron de su campo de visión, el menor de los Kim largó un suspiro y despidiéndose con una simple venia de su hermano y el Príncipe Jung, abandonó también el salón.

- Nos hemos quedado solos una vez más, Yunho-Melko.

- Quiero preguntarte una vez más, Jaejoong-Vanima. ¿Cómo llegaste a mis sueños? Y por favor, que el silencio no sea una vez más tu respuesta, mi querido Jaejoong.

Continuará……

Notas Finales:

GLOSARIO

Alassie Oloori. Felices Sueños.

Omentuvalme auressë. Nos veremos por la mañana.