Parte 4 JEONSA

La verdad es que no tengo excusa para haber dejado botado tanto tiempo este miniserial u.u la inspiración se fue y recién anda volviendo este año, pero me he dedicado a otros proyectos y bueno, el caso es que recién me he enganchado otra vez con esta historia. 

Pese a que no le queda mucho camino porque ya lo tengo pensado, de igual manera espero les agrade, procuraré volver con actu el domingo, lunes a más tardar. Y les aviso que dos o tres partes más serán suficientes para culminar el fic. 

Ya Ne!!~ ;D 

JEONSA

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Parte 4

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ChangMin contuvo el aliento en sus pulmones casi en automático. Encima de que había sido buen samaritano con un perfecto desconocido, resulta que este viene a resultar japonés. Las cosas entre ambas naciones no es justamente agradable, las tensiones político-económicas se sienten aún y lo mejor es no hacer alianzas con el enemigo. Entonces el morocho dedujo que probablemente este hombre había sido herido en combate, en algún combate menor en las tierras aledañas a la villa. Lo que fuese, supo que no estaba en el mejor de los panoramas. Ha ayudado a un japonés.

- Oh mierda… - pensó sin despegar la mirada del chico, quien sentado sobre el montón de paja que servía entonces como cama, sujetó la manta bajo su cuerpo callando de aquella manera el probable dolor que sentía en la herida que Jaejoong curó… - ¿eres alguna clase de espía?

- Ser un samurái no me hace necesariamente espía… - el chico dijo a media voz, pero lo suficientemente ronca para que el morocho notase que por lo mínimo este guerrero le llevaría unos 6 años de ventaja en edad… - Pero aún así no debiste ayudarme.

- Pedías ayuda… - el morocho susurró como si así pudiera justificar su acción. ¡Que tampoco es mala persona!

Hayami se mordió el labio inferior con fuerza, a punto de dañárselo. Un buen samurái jamás pide ayuda si está a punto de morir. Sin embargo cree en la palabra de este jovencito.

- Debo irme, si mi clan se entera de que me ayudaron, las consecuencias serán malas para ti y tu gente, como para mí por deshonrarlo.

- Pero estás malherido…

Cuando ChangMin se acercó al chico con intención de hacerle volver a recostarse, el de tez tostada apartó sus manos con su brazo en un gesto propio del movimiento marcial. El quejido del japonés no pasó sin embargo desapercibido para el menor, quien suspiró pesadamente quedándose quieto al pie de la improvisada cama sin saber francamente qué decir o hacer. Por alguna razón le preocupa la seguridad de este chico.

- Gracias por la ayuda. Un alma bondadosa como la tuya seguramente será bien acogida por Buda en su seno… - el japonés se movió de nuevo, con el morocho dejándole finalmente hacer las cosas a su manera, él pudo levantarse con sumo esfuerzo pero el semblante lo más calmo posible.

Después de todo es una enseñanza samurái, mantener la serenidad de su expresión como reflejo de su yo interior, pasar por encima del dolor y apacible seguir su camino. Sin embargo, pese al estoico pensamiento del japonés, su cuerpo no estaba colaborando con él, se ponía rígido en ocasiones y unos pinchazos de dolor en su costado le parecían recordar que la herida está ahí demasiado fresca para ignorarla.

- Vuelve a recostarte, necesitas descansar… - esa voz le llegó de sorpresa al japonés. Sus pardas pupilas toparon con la silueta del bello joven de hace unos instantes que su mirada nublada apenas había podido registrar, pero tan claro para no olvidarle… - Toma un poco de agua…

Jaejoong dejó el jarrón en el suelo a lado de la camilla de paja, mientras ejerce algo de presión obligando al japonés a recostarse. ChangMin se mantenía casi como un espectador solamente. Sigue sin saber cómo actuar y cede todo el control de la situación a su amigo pelioscuro.

- He puesto algunas agujas en puntos de presión claves para mantener tus signos vitales estables. He curado tu herida pero es profunda, te tomará al menos una semana poder moverte con algo de libertad.

- No debo permanecer aquí.

- Sé que no debes. Pero tendrás que hacerlo. ChangMin cuidará de ti.

- ¿Yo?

- Tú le trajiste y está en tu casa. Además eres el más indicado para hacerlo y seguramente tendrán temas interesantes para conversar… - el pelioscuro señaló con algún intento de sonrisa. Entregó un vaso de agua al japonés y se levantó sacudiéndose apenas de las rodillas el polvo tomado del suelo de tierra compacta.

- ¿Yunho hyung y tú se arreglarán ya? – el morocho lanza de pronto. Haciendo que el cuerpo del pelioscuro se tense en automático y empuñe las manos sujetando inconscientemente el costado de su ligeramente holgado pantalón… - Han pasado meses, hyung…

- Asegúrate de que no se pare, necesita reposo absoluto o la herida se abrirá de nuevo. Que tome muchos líquidos y coma apropiadamente. Vendré a revisar sus vendajes a diario al menos esta semana… - Jaejoong dio una última mirada al japonés y sin responder la pregunta del morocho, salió de su modesta casa.

Hayami escuchó la conversación aunque no lo hubiera querido realmente. Después de todo repentinamente estaba ahí incluso contra su voluntad.

- Esto me convierte en un samurái inútil… - murmuró entre dientes, negando la manta que el morocho le acercó tras varios minutos de espeso silencio.

- Nadie me vio traerte hasta aquí, y si tenemos cuidado nadie se enterará de que estás conmigo. Cuando hayas sanado te irás y podrás decir que te resguardaste en cualquier lugar solitario valiéndote por ti mismo.

- Un samurái no miente a menos que sea altamente necesario y solo para servir a la causa común de su clan.

- ¡Baka! – el morocho exclamó frustrado. Ni cuidar de Yunho unos días se compara con esto. Las morenas mejillas se colorearon en muestra de su molestia, mientras Hayami recordaba repentinamente alguna de las enseñanzas de su maestro.

…- La homosexualidad no puede ser justificada para una vida de pareja. Si tienes deseos sexuales por otro hombre está bien, siempre que le mantengas como un amante del que valerte para mantener la serenidad de tu cuerpo y de tu mente. Pero un samurái de verdad solo tiene a una mujer para hacer vida de pareja, para tener hijos y un hogar…-

Mokomichi miró de soslayo al muchachito, algo enclenque a decir verdad, pero se notaba también que el delgado cuerpo poseía una fuerza suficiente para enfrentarse a dos hombres corpulentos a la vez. Las extremidades largas encuadran bien con el talle de su cuerpo, y la expresión recia puede ser factor para hacer retroceder incluso a cualquiera. Sin embargo, aunque esta expresión puede ser útil, el samurái todavía considera que le vendría mejor una más relajada.

- Serénate… - susurró casi por inercia. El morocho volvió la mirada y lanzando algún insulto simplemente salió de la habitación dejándole solo. Entonces el japonés pensó que en aquel preciso instante quien debía serenarse, era él mismo… - Los latidos de mi corazón van demasiado rápido.

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Cansado de aquel distanciamiento con Jaejoong, Yunho ese día decidió buscarle especialmente para enfrentarle. Las heridas de su cuerpo han sanado totalmente y él ha entrenado tanto que se cree capaz de vencerle en duelo. El moreno le buscó por todas partes en la villa sin obtener éxito alguno, resoplando frustrado cuando vio el atardecer caer en el horizonte.

- ¿Dónde demonios se mete ese idiota? – renegó por lo bajo, tratando de pensar en qué otra parte su amigo podría estar.

……………………………………

Jaejoong enfundó de nuevo su espada tras dejar unos cruces claramente definidos sobre el grueso tronco de un árbol en el bosque. Ha estado aquí descargando sus propias frustraciones todo el día. ChangMin había desmoronado su pobre muro de indiferencia con aquella simple pregunta.

- Si tan solo pudiéramos hacer de cuenta que ese beso no existió… - suspiró con pesadez, recargándose en el tronco y levantando la mirada al firmamento. El tono nacarado del atardecer se estaba oscureciendo rápidamente, la noche ha hecho acto de presencia ya.

- Eres difícil de encontrar…

- Yunho, no por favor…

- ¿No qué?

- No quiero pelear ni discutir contigo…

- Te dije que cuando me recuperara obtendría mi respuesta, así sea a base de golpes… - el moreno escupió con una sonrisa altanera, preparándose desde ya para el duelo.

Jaejoong suspiró otra vez, entrecerró los ojos y se tomó el tiempo para acomodar sus largos mechones y sacudir sus ropas, dejar la espada recargada en el tronco y dar un paso al frente.

- ¿Cuál es la respuesta que quieres, Yunho? Te dije la verdad aquél día pero no estás conforme, entonces supongo que hay algo que quieres escuchar, dímelo y será la respuesta que te dé con tal de que nos dejemos de estupideces.

- ¡No seas mentiroso! ¡No me dijiste la verdad!... – espetó todavía convencido de que su amigo le había mentido. Se lanzó al ataque y un par de movimientos fueron suficientes para que él perdiera el equilibrio y casi diera de bruces contra el suelo, estabilizándose apenas a tiempo y riendo por lo bajo con cierta burla, mirando de reojo a su amigo, caminando en círculos a la expectativa del movimiento del otro… - Jaejoong ah, ¿te gusto?

- ¿Qué? – a pesar de que el pelioscuro intentó no perder la serenidad, el titubeo en sus grandes ojos negros estuvo ahí y la luz de la brillante luna plateada se lo mostró con claridad al moreno.

- Es eso, ¿no? Te gusto. Tanto que no pudiste evitar besarme entonces.

- Deliras.

- Sabes que digo la verdad. Tu cuerpo no miente. Lo sentí a través de tu beso, pero no quería verlo.

Jaejoong tragó hondo sintiéndose así de fácil desarmado y demasiado vulnerable. Yunho podría atravesar su alma y matarle con solo unas palabras. Y eso de algún modo le enfurecía. Odiaba amarle tanto y que al descubrirlo lo usara para mofarse de él. ¡Maldita la hora en que le besó!

- ¿No querías verlo? – el pelioscuro fue consciente de su propia pregunta hasta que salió de sus labios. Torció un gesto molesto cuando vio al moreno sonreír con prepotencia, como si fuera esto lo que estaba buscando, desestabilizarle emocionalmente para atacar y vencerle. Para poner en alto su orgullo.

- No. No quería ver que te gustaba porque es algo increíble. Y porque me gustan las mujeres, Jaejoong ah… - el moreno dijo con esa misma sonrisa socarrona que estaba sacando de sus casillas al pelioscuro.

- Lo sé. Sé perfectamente que te pones febril con ellas, que las sueñas desnudas gimiendo bajo tu cuerpo. Sé que fantaseas con senos y vaginas, Yunho. Por eso mismo, no entiendo para qué demonios sigues insistiendo en querer que te diga algo que de sobra sabes y para lo que ya tienes tu propia respuesta… - Jaejoong siseó conteniendo apenas las ganas de partirle la cara, de molerlo a golpes y desechar de su cuerpo todo ese rencor que le borbotea en las entrañas.

Yunho lo miró seriamente entonces. Sus facciones varoniles lucieron más maduras, y en sus ojos cafés se notaba algo diferente. El Yunho de segundos atrás dispuesto a la burla y lastimar sus emociones se había ido, dejando a este muchacho que en todas las de la ley podría ser llamado Hombre por su solo porte. No ha bajado la guardia, como el guerrero que es y que ha venido a retar a otro igual, no lo hace. Jaejoong no lo entiende, no sabe qué quiere ahora de él. Y le revoluciona todo en su interior.

……………………………………

Junsu está recostado en aquel camastro duro e incómodo cubierto por algo de paja y algunas sábanas deshilachadas, con la luna brillando intensamente en el firmamento y mirándoles desde aquella ventana de madera cuyos cortinajes a medio cerrar ocultan lo que sucede ahí dentro de aquella habitación en casa del chico peliazabache, quien echado casi totalmente sobre el cuerpo del castaño devoraba su boca con ansiedad.

Los besos húmedos y las caricias confiadas corrían a lo largo y ancho del desnudo torso del menor, mientras sus manos tímidas pero decididas acarician la espalda del mayor, arañándole suavemente cuando sintió los traviesos dedos de su pareja bordear el filo de sus pantalones, deshaciendo el nudo del cintillo y haciéndole respirar aún más alterado.

Chocolate contra negro se encontraron cuando sus miradas chocaron. Había un intenso brillo resplandeciendo en aquellas cuencas consideradas ventanas del alma. Junsu sonrió primero, pasando una de sus manos por la nuca, el cuello y el pecho de su pareja. Yoochun correspondió la sonrisa, inclinando el cuerpo para besarle de nuevo mientras una de sus manos se cuela entre la tela y toca aquella parte tan íntima de la anatomía del menor, sintiéndole caliente y ligeramente húmedo. Su mano rodeó la extensión desde la base y subió lentamente hasta la punta. El gemido de Junsu murió entre besos y duelo de lenguas traviesas.

- ¡Qué demonios están haciendo! – la potente voz de un hombre de mediana edad irrumpió en la habitación e hizo a los amantes separarse de golpe.

- ¡Padre! – Yoochun abrió desmesuradamente sus ojos al encontrarse con la silueta de su progenitor en el umbral de la puerta.

El atractivo hombre portaba una vela en su mano derecha –tal como se alumbraban las noches en aquél entonces–, mientras la izquierda sostenía el intento de picaporte de la portezuela que había chirriado antes pero cuyo sonido no había atravesado la burbuja de los jóvenes amantes.

- ¡Lárgate!... – el grito fue duro, la palabra directa para el castaño. Quien intimidado por la furia del hombre reculó en el camastro jalando las mantas para cubrir la semidesnudez de su cuerpo… - ¡Es una vergüenza, una deshonra para la familia, Yoochun!

- ¡Por qué tiene que serlo! ¡Qué tiene de malo que esté enamorado de Junsu!

- ¡Es un hombre igual que tú! ¡Carajo! ¡He dicho que te largues, muchacho; antes de que busque mi espada y haga de esto una tragedia!

- ¡No te atrevas a amenazarle, padre! – el pelinegro siseó con las entrañas quemándole de rencor. No podía tolerar que este hombre hablara así del chico al que ama. Ni siquiera siendo su progenitor.

El Sr. Park amagó con adentrarse en la habitación, pero una delicada mano femenina sujetó su antebrazo.

- Vamos querido. Son solo muchachos. Seguramente solo han tenido curiosidad.

- Lo quiero, no es solo una estúpida curiosidad, madre… - el pelinegro aclaró todavía con todas aquellas sensaciones burbujeándole en el vientre y quemándole el estómago sin miramientos.

- Me voy, Yoochun… - el castaño susurró abandonando el camastro.

- ¡No tienes que hacerlo! – exclamó el pelinegro entre molesto y angustiado. Él quiere ser capaz de defender sus sentimientos por su pequeño novio ante quien sea.

- Es lo mejor… - sonrió apenas perceptiblemente, tomando rápidamente sus ropas para colocárselas a medias, sentía la fuerte mirada del Sr. Park y la profunda de su novio.

……………………………………

[Era como estar entre la espada y la pared]

Tal situación parecía haber caído aquella noche sobre inexpertos corazones que atrapados en la encrucijada del amor, la atracción y el peligroso camino de la vida, no saben cómo han de continuar en ella.

Continuará……