Parte 5 JEONSA

 Llegando a esta parte he de confesar que no sé cuántas más nos queden ;D puede que alargue un poquito la historia, pero seguirán siendo minicapis porque cm se supone era miniserial tampoco ahondaré mucho en cada cosa.

JEONSA

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Parte 5

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Jaejoong volvió a esquivar los ataques impetuosos de Yunho sin animarse en regresarlos. No tiene fuerza para enfrentarle cuando han quedado expuestos sus sentimientos por este chico que se empeña en atacarle y derrotarle. Jaejoong no entiende los motivos que impulsan al moreno a seguir ahí, a insistir en la lucha cuando ninguno puede ya perder más nada.

- ¡Haz algo más que defenderte! – el moreno sisea de mala gana, con el ceño fruncido y la respiración apenas alterada, está controlando bien cada uno de sus movimientos, de los gestos de su rostro y el funcionamiento de sus signos vitales. Sin embargo, no puede evitar que su mente grite la frustración al ser el único en pelear ahí.

Jaejoong hizo oídos sordos a su grito. Continuó defendiéndose evadiendo los ataques, viendo sin embargo que aquello solo estaba consiguiendo enfurecer más y más a Yunho, quien golpe a golpe iba perdiendo el control de su propio temperamento y ganaba en detraimiento velocidad y certeza. El pelioscuro se estaba cansando, no tanto físicamente sino emocionalmente. No comprender al otro estaba trastocando sus sentidos y debilitando su aparente muro de fortaleza. Se drenaba el cerebro tratando de darle sentido a esta absurda pelea. Tan perdido en sus pensamientos que no midió uno de sus pasos, trastabillando inevitablemente y dándole en consecuencia la ventaja que el moreno había estado buscando para derribarle.

El pelioscuro cayó al suelo, sintiendo cómo algunas piedrecillas se encajaban en su espalda pues las ropas no son suficiente protección. Además, Yunho ha usado todo su cuerpo para inmovilizarle, estampándole violentamente ahí evitando a toda costa que pudiera simplemente moverse. Las pupilas cafés dilatadas le miraron con rencor, con furia contenida, con el fuego del enojo quemándole la razón.

- ¿No vas a decírmelo? – el moreno gruñó con la mandíbula apretada, en tanto sus manos también ejercen fuerza sobre las muñecas del otro haciéndole sentir dolor.

- ¿Quieres que te diga exactamente lo que siento por ti ahora, Yunho?

- ¡Sí!

- Te detesto.

La clara respuesta hizo titubear al moreno, tan nítidamente que su fuerza menguó y Jaejoong tuvo entonces su oportunidad para librarse, golpearle el estómago dejándole sin aliento y empujándole con las piernas para sacárselo de encima. Aún así, sentado con aquel sofoco, Yunho levantó la mirada buscando la del mayor de los dos. Ambos estaban enojados en este punto. Cegados por las emociones contenidas, por las confusiones sin expresar, por… Por todo lo que asusta y parece invisible e intocable.

- Puedo vencerte.

- ¿Para qué, Yunho?

- No quiero ser inferior a ti. Quiero superarte.

- ¿No te das cuenta? Tú ya me derrotaste. Acabas de matar la única ilusión que valía la pena. Acabas de enterrar el único vínculo que me retenía a esta villa… - los ojos del moreno se abrieron entonces de par en par, casi cual si estuviera temiendo el significado de aquellas palabras… - Vuelve a buscar a Jung Mi y sé feliz, Yunho.

Jaejoong dio media vuelta, caminó hasta el árbol en el que había estado entrenando antes y tomando su espada se dignó en dirigirle una última mirada, hacer una venia y con pasos firmes alejarse. Yunho se quedó estático en su sitio, con la respiración alterándosele de nuevo pero de una forma muy diferente. Esta no es la adrenalina de una simple pelea. Esta es una peculiar sensación de vacío que le hace sentir incómodo, casi asustado de la distancia que se planta entre los dos y crece segundo a segundo cuanto más se queda ahí sin hacer nada. Sin salir corriendo detrás de aquel chico que a lo largo de toda su vida ha sido realmente su único amigo, el único motivo por el cual mejoraba y buscaba ser el mejor guerrero.

Yunho parecía comprender en esos angustiantes minutos, cuán importante Jaejoong es para él.

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- Yoochun ah, es mejor si me voy… - el castaño insistió, mirando a su novio con firmeza en su postura, pero con tristeza en sus pupilas.

- No… - el pelinegro dijo entonces con voz ronca. Volvió la mirada hacia su padre y dio un paso al frente… - Amo a Junsu, padre; y si quieres que él se vaya, entonces me iré con él.

- ¡Pero estás escuchándote! ¡Qué demonios se te ha metido en la cabeza!

- ¡Él, padre! ¡En la cabeza y en el corazón! ¡Junsu está ahí y en todo lo que soy! ¡Lo pienso cuando veo el amanecer, cuando como, cuando bebo, cuando respiro! ¡Él es lo que me hace sentir vivo!

- ¡Cállate!

- ¡No! – Yoochun bramó.

- Yoochun ah… - Junsu intentó tranquilizarle buscando su mano, entrelazando sus dedos y tirando hacia atrás del pelinegro pues temía que en cualquier momento se lanzara contra su progenitor.

- ¡Cómo te atreves a levantarme la voz! ¡Cómo te atreves a poner primero a este chiquillo que a tu familia! ¡La honra de tu apellido!... – el hombre se puso rojo de rabia. Le carcome las entrañas ver a su propio hijo así. Su único hijo. El que debería continuar el linaje y seguir haciendo de los Park un apellido de renombre.

Todo pasó entonces relativamente rápido. El Sr. Park dio media vuelta caminando por los modestos pasillos de su casa hasta una de las habitaciones, donde su esposa y su hijo saben guarda sus cosas de su época de guardia al servicio de la Realeza. Yoochun jaló a Junsu fuera de su habitación. La Sra. Park solo podía mirar y contener el aliento, temerosa del posible rumbo que pueda tomar esta situación. En su camino fuera de casa, el pelinegro tomó su espada, el castaño abrió los ojos de par en par cuando vio al hombre interponerse en el camino de ambos en el medio del jardín entre la entrada principal y el portón exterior.

- Te lo advertí, Yoochun… - el hombre blandió su espada sin titubeo alguno, aunque la mujer notaba en su marido cierto matiz de remordimiento.

- No voy a dejarlo, padre… - el pelinegro respondió con seriedad, pero sintiéndose repentinamente profundamente decepcionado… - ¿Por qué no puedes aceptar que amo a Junsu? Él es un chico extraordinario.

- Es un varón, igual que tú. No puedo concebir que hagas vida con un hombre cuando tu futuro debiera estar iluminado por hijos y una hermosa mujer.

- No me interesan las mujeres y la única por la que puedo sentir amor es mi madre. Pero si pienso en un futuro de plenitud entonces veo a Junsu a mi lado, padre. Y eso, ni aunque me atravieses con tu espada va a cambiar, padre.

- ¿Prefieres la muerte que hacer caso de las palabras de tu propio padre? – el hombre cuestionó con la mandíbula tensa.

- Prefiero morir antes que engañar a mi corazón o hacer infeliz a una mujer cuyos sentimientos pueden o no ser sinceros.

Junsu no pudo detener a su novio cuando ambos Park se lanzaron el uno contra el otro. El encuentro de las cuchillas de sus espadas fue mal augurio para el corazón de la mujer, quien asustada del final solo podía contener los gritos en su pecho, sujetándoselo cual si así mantuviera su corazón dentro de su cuerpo.

Junsu miró sumamente sorprendido la acción tan dispuesta de su novio para enfrentar a su propio padre. Una parte de él estaba halagado y conmovido, seguro del amor que este chico le ha profesado pese a que comúnmente todavía se rumoraba que se encontraba con tal o cual chica de la villa. Pero otra parte está asustado y hasta se siente infeliz. Él no sabe si habría llegado a este límite por Yoochun como para enfrenarse a su padre. Y sin embargo, cuando vio al hombre vencer al pelinegro y tumbarle, su cuerpo se movió por inercia y gran velocidad, interponiéndose en el curso de esa espada que queda a escasos centímetros de su cuello cuando otra cuchilla le detiene…

- Padre… - Junsu gimoteó entre aliviado y preocupado. No entiende qué hace su progenitor aquí.

- Basta, Yu Dong; ¿acaso es tanta tu repulsión hacia los sentimientos de tu hijo que piensas matarle?

 - Y tú. Tae Yun ¿aceptas tal deshonra? – las espadas se separaron con un chirrido chispeante.

El Sr. Kim al frente de su hijo protegiendo así a ambos muchachos. El Sr. Park frunció el ceño en gesto de enojo, pero su antiguo compañero de grupo no se inmutó.

- Prefiero la deshonra así tenga que ser desterrado de la villa, a tener en mis manos la sangre de mi hijo o el tuyo.

……………………………………

Hayami se irguió nuevamente en la camilla de paja, mirando a lado con clara confusión en su mirar. ChangMin está ahí, acostado sobre una simple manta, agazapado para darse algo de calor. El japonés achicó la mirada en gesto de concentración. ¿Por qué este chico se arriesga tanto por él, un perfecto desconocido que además puede ser el enemigo?

- Mi mente no puede serenarse y por tanto no puedo sentirme en calma. Mi corazón aún late de prisa con solo verle y no comprendo las sensaciones que le motivan a ir tan rápido… - susurró para sí, viendo con cautela cómo el respirar del morocho no cambia, sigue siendo parsimonioso, lo cual le indica que su sueño no se ha perturbado.

Mokomichi bajó de la camilla, todavía con demasiado esfuerzo pues la herida le molesta cuando hace demasiado movimiento. Tomó su sable corto de entre sus cosas, las que a un lado estaban amontonadas sobre un taburete. El japonés se cuestionó mentalmente cómo es que este muchacho le tiene tanta confianza como para dejar sus cosas a su alcance. Él podría matarle si así lo deseara, si esa fuera su misión.

El japonés desenfundó el sable corto, la cuchilla brilló bajo la poca luz de luna que alcanzaba a colarse por la ventana del cuarto. Hayami miró a ChangMin, su espalda se movía de acuerdo a su respiración, y él solo continuaba preguntándose cómo es que conciliaba el sueño tan cómodamente con él ahí presente.

La mano del japonés se movió sigilosa, la punta de la cuchilla se paseó por el costado dibujando la silueta del cuerpo del menor hasta llegar a su hombro y seguir la línea hasta su cuello. La punta apenas rozó la piel y no fue suficiente para alterar el sueño del morocho. ChangMin refunfuñó entre sueños murmurando cosas ininteligibles que no inmutaron la aparente serenidad del mayor. Mokomichi apartó su sable corto y en cambio lo único que la punta cortó fue la tierra compacta mientras marca las líneas de una serie de caracteres que escribió en el suelo.

…La habilidad y la caligrafía dependen del espíritu y de le energía con las cuales se ejecute. El samurái debe obrar sin dudas, sin fatigas, sin el más leve desánimo hasta que concluya su tarea…

Las enseñanzas de su maestro se le repetían constantemente en las últimas horas. El gesto del samurái se tensó apenas perceptiblemente. Él no ha cumplido su tarea, ha sido herido en el curso de esta e interrumpido de la misma. Y permanecer aquí solo le retrasa más. Debe irse. Irse en silencio y sin más preámbulo, abandonar aquella Villa sin que nadie le note y no temer en problema alguno a este muchacho que de buen corazón le ayudó incluso al saber que era un japonés.

Mokomichi volvió a incorporarse. Su cuerpo herido pero algo más relajado que antes, pudo sostenerse favorablemente en pie. Al rebuscar en sus cosas se dio cuenta de que sus ropas no estaban ahí, sino que era un cambio nuevo, probablemente del padre del morocho pues son algo más largas y holgadas. Él titubeó entre vestirse o no con aquellas prendas. Al final no lo hizo, volver a su clan vestido como alguien diferente terminaría señalándolo como un samurái mediocre que no es capaz de mantener sus ropas en condiciones, u ostentarlas con orgullo así estén desgarradas o manchadas de sangre.

Seguir la línea del buen samurái no es fácil. Y él tiene una gran responsabilidad sobre sus hombros siendo hijo del líder del Clan.

- ¡Maldición! – Bufó por lo bajo.

- ¿Por qué maldices a esta hora? – la voz rasposa debido al sueño, del morocho, trajo su mirada… - Debes dormir, Jaejoong hyung dijo que es importante para que puedas recuperarte apropiadamente.

- ¿Dónde están mis ropas?

- ¿Para qué quieres saberlo?

- Es buena noche para marcharme.

- No vas a irte, ni siquiera tienes un día en reposo. La herida…

- La herida sanará más rápido si puedo estar en un sitio donde pueda serenarme para curar mi cuerpo por mis propios medios.

- Aquí nadie te molesta. No te serenas porque no quieres… - el morocho gruñó sabiendo que el sueño no le dejaría tomarle esa noche otra vez.

- Tú me molestas.

- ¿Disculpa? – el menor frunció el ceño. Se irguió sobre su improvisado lecho y encaró a su visitante… - Encima que te ayudo dices que te molesto. ¡Qué clase de engreído te crees que eres! – espetó vigilando no elevar la voz, lo que menos quiere es a sus padres enterándose así de golpe de las cosas, suficiente lío ha tenido ocultándole ese día.

Si es mera suerte y el hecho de que sus padres no se metan demasiado en su vida (demasiado, porque en ocasiones todavía van –sobre todo su padre– y le dan charlas algo tediosas acerca de la vida de un guerrero y que él todavía puede ser alguien importante si solo se esfuerza un poco más y ejercita su cuerpo y no solo su mente)

- No soy engreído, chiquillo. Y ya te agradecí el que me ayudaras, pero por tu propio bien es mejor que parta cuanto antes. ¿Tan difícil es para ti entenderlo?

- Baka… - gruñó por lo bajo.

- He tenido curiosidad por preguntarte algo. Quiero hacerlo antes de irme…

ChangMin estuvo tentado de decir “No estoy permitiendo que te vayas aún” pero pensó que sonaba muy tonto y loco de su parte. Así que simplemente asintió como dándole pie a que preguntara lo que sea. Igual hace lo que quiere.

- ¿Dónde aprendiste japonés?

- En los libros. Mi padre es encargado de la seguridad de la biblioteca del Palacio Real, así que a menudo voy con él y leo algunas cosas por ahí.

- Oh. Increíble… - Mokomichi se quedó por unos instantes en silencio. Y ChangMin pensó que este hombre se veía atractivo con el semblante tan serio. Al percatarse de su pensamiento, el morocho volvió la mirada hacia cualquier otra parte tratando de ocultar a sí mismo su sonrojo… - Mis ropas, ¿podrías regresármelas, por favor?

- No las tengo.

- ¿No las tienes?

- No.

Mokomichi pensó que estaba lejos de ser una buena noche aquella. Hubiera preferido la muerte, para un samurái cualquier destino que lleve al deshonor es peor que la muerte misma. Y él sabe que no puede volver ante su Clan siendo un samurái inútil que no ha sido capaz de completar su tarea, ni mucho menos de conservar su dignidad.

Mientras Hayami se debatía entre el honor y la muerte, ChangMin se percató de los caracteres escritos en la tierra junto a su supuesto lecho. A él los caracteres japoneses aún le costaban un poco para identificarlos, pero si estaba en lo correcto, ahí estaba escrito su nombre. ¿Por qué este samurái escribía su nombre?

……………………………………

- ¡Espera! – Yunho gritó con fuerza sabiendo que Jaejoong le escucharía. No le extrañó que el pelioscuro siguiera su camino sin parar ni mirar atrás… - ¡Jaejoong! ¡Espera! – corrió con todas sus fuerzas y casi podría asegurar que el mayor esperaba ser alcanzado pues continuaba caminando con tranquilidad cuesta abajo por aquella pendiente menor bosque adentro… - ¡Con un carajo te digo que esperes!

Jaejoong finalmente paró, no porque lo hubiera querido –quizá sí en realidad– sino porque su brazo había sido atrapado con fuerza por el de Yunho.

- Hemos terminado de hablar ya…

- Tal vez, pero. Jaejoong ah, aunque me gusten las mujeres, el beso que me robaste fue… raro y perfecto.

- ¿A qué viene ahora que saques eso? – el pelioscuro le encaró con el ceño fruncido pero las mejillas coloradas.

- No lo sé. Solo… no lo sé…

La franqueza de sus palabras no fueron auspiciadas sin embargo por las acciones de su cuerpo. No cuando esa vez era él quien se inclinaba al tiempo que le jalaba más cerca y fundía sus labios en un beso.

Continuará……