Miniserial ISTAR Parte 2

ISTAR

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Segunda Parte

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Reino de Rúnya

La agitación en el exterior causada por el aleteo constante de los dragones de los Príncipes Kim dejó caer una pesada capa de tensión en el comedor. Pese a que ambos príncipes se mantenían serenos, el rostro del Príncipe Jung endureció reflejando su humor a través de sus ojos. Los otros tres príncipes mantuvieron bajo control sus reacciones, pero aún en ellos podía notarse un dejo de incertidumbre.

- ¿No mencionaron antes que nos habían convocado para un tratado de paz? ¿Es esta su forma de invitarnos a la paz, Príncipe Jaejoong? – El Príncipe de Formen frunció el ceño y empuñó la mano que descansaba sobre la superficie de piedra que comprendía la mesa del gran comedor, la tela suave de colores tenues que cubría aquel mueble labrado a mano por los mejores artesanos de Rúnya se arrugó bajo la presión que el moreno ejerció en ella tras sujetarla con fuerza.

- Me temo, Príncipe Jung, que está usted malinterpretando mis palabras… - El primogénito Kim sonrió con suavidad. Los perfectos labios del color de las cerezas se bordearon brillantes en aquel gesto expresivo de tranquilidad… - No he mencionado nada acerca de ningún duelo.

- Llamaron a sus dragones… - El Príncipe Park se permitió participar de la conversación.

- Has traído a Nenya contigo, le hemos permitido correr por nuestros bosques sin que su presencia altere nuestros estados de ánimo, Príncipe Park. Y ha sido así porque jamás consideraremos la presencia de ninguna otra criatura mágica como una invitación a la batalla. Del mismo modo en que llamar a nuestros dragones ante sus ojos, no significa que estemos mandando un mensaje de guerra ahora mismo… - El menor de los Príncipes Kim señaló con voz queda.

Poniéndose de pie y sacudiendo apenas las prendas de seda que cubren su cuerpo, deslizó sus pasos nuevamente fuera del comedor y más allá pasando por otros corredores hasta un claro más allá de las puertas de los jardines del Palacio. De cerca le han seguido su hermano y los otros cuatro príncipes de Anarion, Nenya trotaba con gracia siempre cerca del Príncipe Park. El de ojos negros no despegaba sin embargo su vista de la frágil silueta del castaño, Nenya olfateó el aire y aulló con algo parecido a la algarabía, el de ojos negros sonrió ante el pensamiento que atravesó su mente viniendo directamente de la del lobo.

- No derrames esos pensamientos en mi mente, Nenya. Tu instinto animal interpreta las cosas de la forma incorrecta… - El de ojos negros aguzó la mirada cuando el lobo trotó más aprisa dando alcance al castaño.

El Príncipe Junsu apoyó su mano sobre la peluda cabeza del lobo acariciando suavemente, sonriendo y seguramente conversando nuevamente con él en su lengua natal.

- Siempre terminas mirándolo como si fuera la piedra más preciosa de toda Anarion… - el de ojos negros carraspeó con fingida indiferencia ante las palabras del Príncipe de Númen.

- Mira usted con una lente diferente lo que sucede a su alrededor, Príncipe Mokomichi. No tengo idea de la razón por la que tales palabras han salido de sus labios, pero está usted en un error.

- Si lo que he dicho es una falacia… - El Príncipe Mokomichi le dirigió una mirada significativa antes de agregar lo siguiente… - Esperaré que no tema enfrentarse a la presencia de Isilmë.

- Oh. La mirada de un unicornio de Númen es el equivalente a un juicio sin tregua a las mentiras, así se disfracen de verdades a medias. Pide usted demasiado, Príncipe Mokomichi.

- Por el contrario, solo su honestidad, Príncipe Park. Y puede tomarlo también como una advertencia si así lo quiere… - el Príncipe de Númen inclinó ligeramente la cabeza hacia el Príncipe de Rómen; el Príncipe de Hyarmen agudizó el oído y la mirada, aún si el concilio era para forjar un tratado de paz, él no podía darse el lujo de bajar la guardia.

Sin embargo, aquello que escuchara de labios del Príncipe Mokomichi le sonaba prudente. Después de todo los Príncipes Kim no son como ellos, no del todo. No cuando ellos llevan en sus venas sangre diferente a la de cualquier otra persona.

- ¡Meldo Tula, Narvinyë! – El castaño levantó la mirada al cielo, donde los dos dragones seguían sobrevolando con cautela.

- ¡Tula, Nënar! – El primogénito Kim secundó la voz de su hermano, admirando con gratificante alegría el aleteo calmado de los dragones descendiendo a tierra.

Narvinyë era considerado el dragón del Príncipe Junsu por decreto de la propia bestia, quien le ha acompañado desde su nacimiento en la noble cuna del Palacio de Rúnya. Cuando el castaño vio la luz por primera vez al salir del vientre de su madre, Narvinyë acababa de salir del huevo. Un nacimiento simultáneo, armoniosamente perfecto. Una especie de elección de un hado por encima de todas las fuerzas mágicas sobre Anarion. Y es que aquella historia se había repetido un par de años atrás, cuando el Príncipe Jaejoong también vino al mundo, Nënar nació el mismo día, a la misma hora, con una exactitud sin más precedente que el de los dos hermanos, cuya sangre más que real, era…

- Impresionante… - El de tez morena se cubrió el rostro con el dorso de la mano para cubrir sus ojos de las ventiscas que los últimos aleteos de los dragones generaron alrededor de ellos.

Nënar, el dragón mayor, tenía escamas por todo el cuerpo de un tono azul cromado –excepto una zona del vientre que quedaba desprotegido de la gruesa piel–; crines puntiagudas que desfilan por la línea de su espina dorsal culminando en la larga cola con una amenazante punta de puntas entreveradas de tamaños menores. Las fosas nasales se expandían y contraían con un sutil sonido de brasas ardientes, y sus ojos del color de los cielos crepusculares, parecían dos flamas del sol. Las amplias alas membranosas se plegaron al tronco con impresionante sigilo, las pezuñas sobresalientes en los extremos de cada ala simulaban el mismo tipo de filosas uñas que adornaban sus poderosas garras, tanto superiores como inferiores. Nënar descansó su peso en las patas traseras y levantó la extensión de su cuerpo, la altura podría exceder entonces los cuatro metros, pero todos sabían que aún crecería más.

Por otra parte, Narvinyë, de tamaño y aspecto similar a su congénere, era de un color rojizo escarlata, las fauces coronadas por filosos y numerosos colmillos perfectamente alineados a lo largo y ancho de las mandíbulas acentuaban su apariencia hostil en conjunto con las impenetrables escamas propias de los dragones, las poderosas garras, la fila ascendente y descendente de crines puntiagudas; y los ojos del color de las entrañas de Anarion.

- Grandes para su edad… - El Príncipe de Hyarmen señaló con tono respetuoso. Pero dio un paso atrás (igual que los otros príncipes) cuando los dragones gruñeron echando fumarolas por las fosas nasales.

- No los molestes, Narvinyë… - El castaño riñó al dragón con un gesto que casi resultó cómico. El menor de los Kim colocó sus manos en su cintura y golpeó el pasto con uno de sus pies en una especie de berrinche que los príncipes consideraron casi inadecuado para el trato de un dragón.

- Te lo he dicho, lo conscientes demasiado… - El primogénito Kim sonrió con aire divertido. La risa cantarina que brotó de sus labios captó de inmediato la atención del Príncipe de Formen, cuyos ojos cafés viajaron de inmediato a su figura.

- ¿Se supone que debía tomarme su comentario como un elogio? ¡Por supuesto que somos grandes para nuestra edad! ¡Somos dragones nacidos en Amaurëa!

- Narvinyë, no protestes con tanta euforia en mi mente, tu voz aún consigue aturdirme… - El castaño refutó en pensamientos, golpeteando nuevamente su pie contra el pasto, frunciendo los labios en una curiosa trompetilla de disgusto.

- Dejen de comportarse como unos niños, hermano… - El primogénito Kim elevó la voz por encima del lazo telepático del menor y su dragón… - Nënar, saluda amablemente a nuestros amigos de los cuatro reinos de Anarion. Hacía tiempo que no les veías, ¿cierto?

El dragón azul-cromado lanzó un alarido que resonó en los rincones de Rúnya. Las aves que descansaban entre las copas de los árboles levantaron el vuelo con estrépito, cantando casi de inmediato una melodía que no sonaba a miedo o temor, sino más bien a respeto y buenas glorias. Los Príncipes sin embargo, se habían cubierto los oídos ante el sonido ensordecedor de la voz del dragón. La mirada de Nënar parecía fulgurar con diversión, y la línea curva en la forma de sus mandíbulas lucían como una traviesa sonrisa.

- Muy gracioso, Nënar. ¿Qué dirán nuestros invitados? – El príncipe Jaejoong sonrió apenas perceptiblemente, su dragón elevó el hocico con orgullo y terminó echándose sobre su vientre.

- Son invitados de ustedes, no míos ni de Narvinyë. Así que no tengo razón alguna para ser más amable de lo que somos ahora simplemente mostrando nuestra magnificencia ante sus mortales ojos.

- Había olvidado lo mucho que se ha inflado tu ego estos días, Meldo Nënar.

- ¿Hace cuánto puedes hablar con él? – El de tez morena cuestionó sin apartar sus ojos cafés de las cuencas solares del dragón. Podía notar las penetrantes pupilas seguirle también con recelo.

- Desde siempre… - El primogénito Kim respondió con simpleza.

- La gloria de los dragones de Rúnya no es solo un mito, o una elaborada historia contada a lo largo de Anarion. Por qué te preocupa tanto llegar a usarlos en una guerra, ellos fácilmente podrían vencer y ganar, alzarse con cualquier victoria.

- Se lo hemos dicho antes, Príncipe Jung. Rúnya no quiere ni busca, ni mucho menos apoya, guerra alguna. Los dragones de Rúnya, o de cualquier otra región en las bastas tierras y los profundos océanos de Anarion, son criaturas libres a su voluntad; no herramientas bélicas.

- Admiro y respeto su determinada posición, Príncipe Jaejoong. Pero incluso si nosotros llegáramos a participar de su noble plan; todavía hay reinos menores a lo largo de toda Aranion que podrían no estar de acuerdo. La guerra llegará le guste o no.

- Mi hermano y yo pensamos que si tomamos las medidas adecuadas, la guerra podría no desatarse con el ímpetu destructivo que la grandeza de los guerreros en toda Anarion convocaría.

- Él teme la postura de sus padres…

- No “olfatees” sus miedos, Nënar; es de mala educación.

- Oh, es que no puedo evitarlo cuando el aroma de sus miedos flota tan ávido en el aire… - El dragón azul-cromado lanzó nuevas fumarolas por sus fosas nasales. Esa vez ninguno de los príncipes retrocedió, aunque el de tez morena agudizó la mirada como si presintiera que había una especial atención sobre su persona.

- Tú hueles miedos, pero yo percibo algo muy diferente transpirando desde éste escuálido Príncipe de ojos negros… - El dragón rojo inclinó tan rápido la cabeza que el Príncipe Park apenas pudo reaccionar a su acercamiento. El hocico del dragón quedó a ola altura de su rostro, la diferencia de tamaña resultaba incómoda e imponente.

- ¡Narvinyë, deja de jugar! – El menor de los Príncipes Kim refunfuñó con las mejillas arreboladas de carmín.

- Este principito huele demasiado a instinto…

- ¡Es exactamente lo que percibo yo!

- ¡Nenya! ¿Qué haces echado sobre mi pata? – El dragón rojo levantó la extremidad superior apartando al lobo, que de un salto volvió a su lugar preferido, al costado del de ojos negros.

- Hemos visto suficiente de la imponente presencia de sus dragones, Príncipes Kim. Pero con todo respeto, sus dragones se comportan como lo que son a su edad, adolescentes inmaduros que buscan alcanzar la gloria inquebrantable de su adultez.

- ¡Que repita lo que dijo! – Bramaron ambos dragones con tal fuerza que sus pensamientos hicieron eco en las mentes de sus respectivos receptores.

- Sus palabras podrían resultar irrespetuosas a fin de cuentas, Príncipe ChangMin.

- Me disculpo por la inusitada exaltación de mis raciocinios, Príncipe Jaejoong… - El de cabellos morochos inclinó la cabeza con cautela.

- ¿Por qué no regresamos al comedor? No hemos podido disfrutar del banquete… - El castaño sugirió, sonriendo con las mejillas coloradas y una sensación de bochorno que le subía por todo el cuerpo.

- Me permito proponer algo, firmaremos cualquier tratado de paz cuando todos nosotros hayamos visitado los reinos que representamos, conocido nuestras raíces e intenciones verdaderas sin máscaras ni disfraces.

- Siempre he querido recorrer Anarion montado en el lomo de Nënar, Príncipe Jung.

Continuará……

Capis cortos para un miniserial ;D solo escribo lo que va surgiendo de acuerdo a la idea general que tuve. Veamos a dónde nos lleva la imaginación~